¿Qué pasa por la mente de una persona que se estimula sexualmente al observar a menores de edad? ¿Es imposible identificar a este tipo de ofensores sexuales? 

La circulación de un vídeo en el que se ve a un hombre masturbándose cerca de una escuela en el municipio de Caguas provocó indignación entre padres y educadores del área. El incidente llevó a algunos a hacerse este tipo de interrogantes, especialmente quienes tienen a su cargo niños. 

El psicólogo Carlos Sosa explicó, primeramente la diferencia entre un pedófilo y un agresor sexual. La pedofilia es cuando la persona sólo se satisface sexualmente con niños o niños. Mientras, los agresores pueden  llenar sus deseos con adultos. 

“El pederasta es una persona desviada y obviamente son cosas que no deben pasar”, sostuvo al referirse al pedófilo, quien bien podría tratarse de un familiar o de alguien de la comunidad. “Quien menos sospecha”, mencionó.

Hay casos en los que el pederasta puede haber sufrido algún trauma de niño que lo haya llevado a asumir este tipo de conducta impropia,  pero en otros casos puede tratarse de una conducta aprendida. “Usualmente el perfil es que se trata de una persona inmadura psicológicamente, con problemas de autoestima y posiblemente tiene una confusión de lo que es adecuado en términos sexuales. En algunos casos saben las reglas pero no les importa”, abundó el experto. 

“Pudieron haber desarrollado este tipo de conducta como resultado de posibles experiencias negativas o que hayan sido víctimas de maltrato…hasta que caen en una parafilia de expresar la sexualidad incorrecta y se aferran a ella”, agregó.

Aunque hay quienes opinan que no hay tratamiento para personas con estas desviaciones sexuales, Sosa señaló que es posible aunque reconoció que es “difícil”. “Creo que se debe intentar todo. Con una terapia adecuada se puede manejar  bastante efectivamente”, apuntó. 

El problema recae en que, en ocasiones, a estas personas se les trata sólo punitivamente pero no se le ofrecen las herramientas para trabajar con el problema. Enfatizó, sin embargo, que ese tratamiento debe ir atado a un seguimiento y a mantenerlo aislado de cualquier situación vulnerable. “Creo que está bien que se incluyan en el Registro de Ofensores Sexuales y creo que está bien porque es una manera de proteger a posibles víctimas, pero con terapias cognoscitivas, de modificación de conductas o técnicas de aprendizaje puede aprender a manejar esos deseos y lo que ello puede acarrear”, señaló.

Igualmente de necesario e importante es proveerle a ese menor educación sexual – tanto en el hogar como en la escuela- a través de la cual pueda identificar qué conductas son o no adecuadas.  De ahí, opinó, la necesidad de que los currículos educativos en el sistema público incluya este tipo de formación de acuerdo a la edad del menor.  “Muchos no saben porque nadie se los dice”, dijo al agregar que también se le debe dar al menor la confianza para comunicarle cualquier situación.