A pocos minutos de ser asesinado en la calle Cristo, intersección con la calle Francisco Rufino, cerca de la Plaza del Quinto Centenario y justo en medio de la celebración de las Fiestas de la Calle San Sebastián, fotos del cadáver de Julio Ramos Oliver, de 32 años, ensangrentado y rodeado de la multitud aparecieron publicadas en las redes sociales.

Fueron decenas de fotos las que llegaron a Facebook y Twitter, pero ninguna de esas personas que se ocuparon en retratar el cuerpo del joven pescador fue capaz de documentar alguna imagen del presunto asesino, que se cree que es menor de edad, según denunció la hermana del occiso, Sujeylee Ramos.

A pocos pasos del terminal de la lancha de Cataño a donde llegaron cientos de personas a montarse en la embarcación para irse a celebrar, la familia de Ramos Oliver se mantenía en el balcón de la residencia, en la comunidad La Puntilla, intentando comprender el suceso.

“Según nos han dicho, todo pasó por un tropezón. El ambiente estaba bien descontrolado, lleno de menores de edad y había demasiada gente. Yo acababa de llegar a mi casa. Lo había dejado allí con mi sobrina y el resto del grupo, cuando me llamó la oficial de la Policía para informarme que algo había pasado. Mi hermano era bien trabajador, le gustaba pescar, como a todos aquí en la familia, era buen padre de una menor de 14 años que está devastada. Le decíamos ‘Macho’ porque era el único hijo hombre, somos cuatro hermanas mujeres”, dijo Sujeylee.

Ramos Oliver trabajaba en una fábrica de elaboración de postres y ayudaba al que tuviera necesidad, según dijeron sus familiares, que permanecían ayer atónitos y consternados con la manera en que falleció el joven y cómo se divulgó su muerte en la Internet.

“Hubo una persona que puso la foto del cuerpo en Facebook y escribió: ‘Este no sobrevivió la Sanse’. Eso nos dice tanto de cuán mal estamos como país. Pudieron tomar fotos y ponerlas en Facebook. Allí había cámaras de seguridad, un cuartel rodante de la Policía Municipal, justo al lado de donde pasó, pero aquí nadie vio nada, o al menos eso es lo que dicen ahora”, comentó la joven.

“Por supuesto que este crimen tiene que esclarecerse. No nos vamos a quedar de brazos cruzados. Esta muerte fue una muerte viciosa, sin motivo. La vida humana parece ya no valer ningún precio”, dijo Sujeylee. Esta recomendó a los organizadores de las tradicionales fiestas revisar sus planes de seguridad y cerrar las calles cuando ya la cantidad de personas se vuelva incontrolable.

Por su parte, el capitán Rolando Trinidad, jefe de Homicidios en San Juan, estableció que “la información que tenemos de personas que estaban allí es que hubo un tropezón, le hicieron un tiro en la boca y lo remataron con otro tiro en el piso”. A Ramos Oliver no se le conocen antecedentes criminales.

Trinidad precisó que tiene a cuatro agentes asignados a la pesquisa, pero que aún no está claro si Ramos Oliver, vecino del sector La Puntilla, en Cataño, estuvo involucrado en alguna situación en medio de la celebración o si su asesino y él se conocían.

“Una persona chocó con él, se dio una discusión después del tropezón y ahí pasó todo”, detalló el capitán. La Uniformada verificará las imágenes que pudieron haber captado las cámaras de seguridad en el lugar, así como consultar con los agentes que pudieron haber estado apostados en esa zona.

En la escena se ocuparon tres casquillos nueve milímetros y un cuchillo. Trinidad tampoco precisó si el cuchillo era de la víctima o del victimario.

“Entendemos que hubo muchos testigos. Aunque se dijo que fue a quemarropa, pudieron ser hechos los tiros como a dos pies. Alguien tuvo que haber visto”, agregó el capitán.

Por su parte, la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, lamentó “profundamente” la muerte ocurrida en la madrugada de ayer. La ejecutiva, en comunicación escrita, indicó que la Policía Municipal y estatal se combinaron para el manejo de la escena.

Violencia y poca comunicación

El sociólogo José Luis Méndez indicó a este diario que la forma o manera en que se dio este asesinato –en medio de una fiesta de pueblo y presuntamente por un tropezón– comprueba que “en Puerto Rico hay un sector del país que se comporta dentro del patrón de conducta de la cultura del crimen, en donde el valor de la vida es muy poco y donde todo se resuelve con violencia y sin comunicación”. A esto se suma la insensibilidad ante el tema del crimen, algo que agrava el panorama de la salud mental en el país.