Cuando el Departamento de Justicia finalmente acusó a Aida de los Santos Pineda por supuestamente matar a Georgina Ortiz Ortiz, esposa del ex juez del Tribunal Supremo Carlos Irizarry Yunqué, todo apuntaba a que un hombre estaba involucrado en el asesinato.

Así concluía un examen al material genético debajo de las uñas de la víctima.

Dos años y dos meses después de perpetrado el crimen y exactamente un mes después de que acusaran a De los Santos, la agencia aún no tiene planes inmediatos de encausar a esa persona.

Ayer se le preguntó directamente al secretario Guillermo Somoza si ya sabía quién era la persona que en “común y mutuo acuerdo” actuó con De los Santos, como reza la querella en su contra. Su única respuesta fue: “Se sigue investigando”.

Acto seguido, el titular de la agencia interrumpió la entrevista a las afueras de un simposio auspiciado por el Instituto de Ciencias Forenses (ICF) para retratarse con varios estudiantes que asistieron a la actividad.

Cuando por fin acabó la sesión fotográfica, Somoza insistió en que no era necesario abrir una nueva pesquisa sobre las nuevas alegaciones de la mucama –hechas en exclusiva a este diario– de que la intentaron asesinar mientras estuvo en el Albergue de Víctimas y Testigos, que está bajo la sombrilla de su agencia.

“Nosotros tenemos información completa y certera sobre lo acontecido allí, y hay inclusive una evidencia que es bien clara”, indicó.

Pero a la luz de las nuevas declaraciones que ella hizo, ¿no es pertinente ir más allá?

Hay un récord médico, pero por deferencia a la Ley HIPAA... Ahora da la casualidad que sale a relucir eso. Hace un tiempo tuvo oportunidad de relucir.

Desmintió que haya instrucciones de que el caso se posponga hasta después de las elecciones y aseguró estar conforme con el manejo de este.

Sin embargo, el apuro de Somoza parecía tal a la salida de la actividad que no fue posible preguntarle si estimaba adecuado el comportamiento de un fiscal, descrito por De los Santos como de barba canosa y espejuelos, quien le dijo mientras ella era testigo que él sabía que había “dormido” con Irizarry Yunqué aun después de la muerte de Ortiz, aunque eso era imposible porque la mujer no podía salir del Albergue ni recibir visitas que no fueran de funcionarios o investigadores.