Cidra.  “Mató a mami”.  

Tambaleándose y esforzándose por  llegar a donde su abuelo,  Karelys Pérez Sierra, de cinco años, alcanzó a decirle la escena tan terrible de la cual fueron testigos sus tiernos ojos. La niña vio a su papá, José Omar Pérez Cotto, asesinar a balazos a su madre, Angélica Sierra Sierra, en su casa en el barrio Certenejas II, en Cidra. 

“Estaba viendo televisión cuando se oyeron los disparos. Bajé rápido y vi a mi hija tirada al lado del sofá con los ojos moviéndose en vueltas  y sabía que ya la había matado. Karelys caminó y abrió la puerta como dando tumbos y me parece que me dijo: ‘Mató a mami’”, narró Raúl Sierra Rosa, de 56 años. 

Según el padre de la muchacha, José Omar aprovechó que Angélica estaba viendo televisión para hacerle los tiros, y luego la emprendió contra las niñas. Raúl se movilizó en cuestión de segundos a uno de los cuartos y se topó con su otra nieta, Coralys, de nueve años, ensangrentada y sin poder hablar. Ésta sufrió un balazo en un pulmón, y hoy médicos la mantienen entubada para succionar la sangre acumulada en el órgano.  

En medio del dolor y la consternación, la única explicación que encontraba María Sierra Rivera para el asesinato de su hija    era que “Satanás fue el que llegó a destruir esta familia. No asistían a la iglesia. Donde no está Dios está el diablo, quien viene a destruir y a matar”. 

“Él era un tipo humilde y servicial, pero le hablaba malo, y ellos, aunque vivían en el mismo techo, llevaban un año sin ser pareja”, dijo el padre de la occisa.



Según explicó don Raúl, la pareja, que se conocía desde niños porque crecieron juntos en el barrio, llevaba un año separada, pero viviendo bajo el mismo techo, porque él no la quería dejar y ella le tenía aprecio. Aparentemente, José Omar, quien era camionero, no quería que Angélica trabajara, pero ella seguía sus funciones en una fábrica de Cayey, donde laboraba desde hace unos dos años. 

Trascendió que  la familia de ella le brindó ayuda durante los nueve años que estuvieron juntos. En medio de la discordia familiar, el padre de la difunta dijo  que la mujer contempló solicitar una orden de protección, pero “un papel no sirve ni de escudo ni un grillete tampoco para que el hombre no le haga daño a la mujer, además de que ella le tenía pena”. 

En el segundo piso de la casa de madera donde vivía la pareja se observaban las coloridas bicicletas de las niñas, así como una pequeña mesa roja de juegos infantiles.

 A lo alto de la loma, justo frente a la residencia, meditaba ayer  Teodoro Cotto Meléndez, tío del victimario. “Cosas así uno nunca sabe que van a pasar, yo no lo puedo  explicar. Él se pasaba aquí y las nenas también, que venían a jugar con su abuela. Él nunca fue violento, lo de él era trabajar, no tenía vicio y era bastante callado”, expresó el hombre. 

 Las menores se mantenían hoy críticas pero estables.