Tuvieron que pasar cerca de 12 años antes de que la familia de Antonio R. Barceló y, de sus dos hijas Yahaira Barceló Segarra y Laura Barceló Rosario, escuchara a uno de los 10 hombres acusados de asesinarlos, les pidiera perdón, emocionado y a lágrima viva.

Se trató de un momento bien emotivo en que el testigo estrella Albert “Purulo” Saldaña Esquilín, se quebró y rompió en llanto.

Al menos en una ocasión el testigo pidió levantarse tras no poder continuar hablando.

“Mi intención no fue hacerles daño, lo lamento y lo llevo en mi consciencia. Ellos no merecían morir... para mí no fue una puta equivocación. Esto se podía prevenir”, dijo Purulo en una carta que escribió en el 2014 a una de las agentes investigadoras del caso Karina Ojeda.

El testigo, quien aquella fatídica noche del 11 de diciembre de 2004 manejaba una de las guaguas desde las que le dispararon sin piedad al auto en el que iba el entonces procurador con sus hijas y una amiga, tras salir de un concierto, estaba temeroso de cooperar con las autoridades.

En su carta, expone que sentía mucho miedo y por esa razón estaba decidido a no testificar en el caso. Le explica en su escrito que lo lamenta, pero asegura que lo hace para proteger a su familia y porque sabía que su cabeza ya tenía precio. Además le da las gracias a la agente por haberle hecho sentir la confianza de contar todo lo que ocurrió esa noche. Es entonces en que establece su arrepentimiento.

Al presenciar al hombre mientras tenía que interrumpir la lectura de su carta, los familiares de las víctimas comenzaron a sollozar. No se escuchaba nada más en la sala.

Los coacusados Billy de Jesús Reyes, Alex Rivera Huertas -alias Chichí-, Ángel Díaz Vélez, Israel Sánchez de la Rosa y Abdiel Roberto -alias Osama-, lo miraban con gestos que parecían dar a entender que no le creían tal arrepentimiento.

“Yo siento que merece una oportunidad. Veo que tiene la intención de cooperar realmente. Eso no nos va a devolver a la familia pero por lo menos habló y nos está esclareciendo esto y vamos a poder, por lo menos, cerrar este capítulo aunque el dolor no se va, pero lo agradecemos de corazón”, dijo Ivette Barceló, una de cuatro hermanos de Antonio.

“Él (el testigo) ha dado un paso al decir la verdad”, agregó al tiempo en que indicó que sentía en su corazón perdón hacia él, aparte de que jamás pensó que en el segundo día del juicio escucharía semejante declaración.

Purulo dijo en horas de la mañana en la sala de la jueza Vivian Durieux del Centro Judicial de Bayamón, que aquella noche bajó de su apartamento en Monte Park a la tiendita del residencial para comprar un phillie y rellenarlo de pasto, cuando se encontró a unos amigos que lo invitaron a “cazar”. Hablaban de darle muerte a los líderes de los puntos de droga que operaban en el residencial Monte Hatillo, con los que estaban en guerra.

El testigo reconoció que andaba con una pistola encima, y le dieron a guiar una guagua marca Matrix que era “para quien la necesitara usar”. Con él iban otras tres personas, incluyendo los coacusados Sánchez de la Rosa y Díaz Vélez, así como otro individuo identificado como Jayson, quien ya falleció.

Se comunicaron por radio con algunos de los compinches y quedaron en que las personas que querían matar iban a bordo de un Crown Victoria. Fue entonces en que se mantuvieron al acecho del auto desde las inmediaciones del Coliseo Rubén Rodríguez de Bayamón, hasta cerca de la PR-2 y la intersección con la Avenida Martínez Nadal.

Allí, la guagua minivan en la que iban un tal Papito, un tal Goofy, el coacusado Chichí y otra persona identificada como Jeffrey, se apostó al lado del auto que manejaba el entonces procurador de menores con sus hijas y una amiga. Los delincuentes abrieron la puerta deslizable y abrieron fuego con una AK-47.

El testigo relató que sabía el calibre del arma porque sonaba tan duro como si tuviese un helicóptero descendiendo al lado.

No conforme con esa ráfaga, desde otros dos autos también se turnaron para dispararles. 

Jayson alertó que había mujeres en el auto que cosieron a tiros, pero los otros dijeron que era imposible contó Purulo.

No es hasta que a eso de la 1:00 de la mañana, cuando regresó a su casa a ver una novela que daban a esa hora, vio el boletín y supo que habían matado a personas inocentes.

“Pensé: ‘cometimos un blooper’”, afirmó en corte.

El juicio se reanuda con el contrainterrogatorio el miércoles.