“Estuve durmiendo con mi enemigo por 25 años. Algo dentro de mí me decía que él me podía matar ¿y por qué no salí corriendo?” 

Esa es la pregunta que todos los días le ronda por la cabeza a Francelis (nombre ficticio para proteger su identidad), sobreviviente de violencia doméstica.

Sin embargo, sí puede afirmar que está viva gracias a la intervención de la Sala Especializada de Violencia Doméstica en San Juan.

“Cogí terapias con la psicóloga y la psiquiatra; porque si me dejaban hablar una sola vez con él, volvía al mismo patrón. Eso fue crucial para mí”, sostuvo en entrevista con Primera Hora.

Francelis, quien es médica con dos subespecialidades, recuerda el mes, el día y la hora en que conoció al que fue su esposo por casi tres décadas, sentenciado a prisión por maltrato agravado.

“Fue amor a primera vista; nos vimos, nos conocimos y nunca nos separamos”, dijo sobre el también médico, pero que “nunca trabajo”. 

Sin embargo, lo que parecía no ver en esos años que vivió como un “zombie”, ahora le parece claro.

“Desde el día uno dio señales de agresividad, pero yo decía: ‘Eso es estrés, no es que sea agresivo’. Siempre tenía una excusa para su manera de ser”, confesó al mencionar que su fallecido padre le decía: “Ese individuo compite contigo y te envidia. Esa relación no va a terminar bien”.

Francelis narró que su trabajo era dinámico y a su expareja le fascinaba. Sin embargo, eso mismo “provocó” muchas de las golpizas que recibió.

“Yo vivía, literalmente, en un avión y tenía una autoridad a nivel del Departamento de Justicia Federal. Todo eso a él le fascinaba... Creía que era que yo provocaba las malas crianzas de él, porque me envolvía mucho en mi trabajo”, recordó.

Pero a veces, cuando la llamaban de improviso, él se alteraba, la acusaba de que iba “a putear y ahí venía una agresión física o, simplemente, me restrellaba contra la pared. Cuando iba de camino me llamaba y me decía: ‘Ay, amor, perdóname, es que no entiendo ese trabajo tuyo, me pone estrésico’”.

Fracelis, como la mayoría de las víctimas de violencia doméstica, era atacada “psicológicamente, emocionalmente, “me aisló de mi familia, me celaba, me insultaba y me humillaba”.

Además de obligarla a realizar prácticas sexuales, también manejaba sus finanzas.

Fue en el 2015 que cayó la última gota que colmó la copa.

Tras salir de un concierto, él la obligó a ir a un negocio de bebidas pasada la 1:00 a.m. Cuando ella regresa al auto, él la sigue para irse juntos.

“Empecé a caminar, pero sentía la respiración por la espalda y los pasos bien fuertes. Me dije, ‘Ay, ¿qué hice mal? Aquí algo va a pasar’. Cuando él se monta me dijo, ‘maldita cab…. Yo te voy a matar aunque me coja la cárcel…”, narró la sobreviviente que no tuvo hijos porque el único embarazo él la “obligó a abortarlo”.

“Con el primer golpe que me da, me afloja todos los dientes... Prende la guagua y aun así me agarra por el pelo, que se quedó con todo el cabello en la mano; entonces frenaba y me cogió por la cara y me dio contra el guía”, sigue narrando Francelis mientras se quiebra entre lágrimas.

De los golpes, le dejó paralizado un párpado, por lo que será operada.

“Ya ese día yo sabía que era diferente; ahí algo pasó. Fue Dios, lo que quiera, pero todo es hasta un día. Y hoy doy gracias a Dios porque ocurrió a los 25 años, que no me quedé ahí 30 años”, indicó.

 Reiteró que “si no llega a existir la Sala de Violencia Doméstica, y al ellos decirme; ‘si usted vuelve (con él) la vamos a encontrar muerta’”, no despierta y ahora “estaría muerta”. 

Allí recibió todas las ayudas para salir adelante, incluyendo dos órdenes de protección.

Mientras se vio el caso criminal en la sala superior de Laura Lis López Roche, jueza administradora del Centro Judicial de San Juan, que ve los casos de violencia doméstica, conoció a 10 mujeres que fueron asesinadas. Algunas quitaron las órdenes de protección contra sus parejas.

Hoy quiere establecer una fundación para ayudar a otras sobrevivientes.

“Mi llamado es a atreverse y dejarse guiar con los profesionales de las salas, porque nosotros, como estamos dentro (de un ciclo) no identificamos lo que estamos viviendo y el peligro al que estamos expuesta… Necesitamos un guía y qué mejor que el personal de las salas que está preparado y educado para ello”.

Algo que mejoraría es darle seguimiento a las terapias de manejo de coraje que le dan a los victimarios, ya que muchos de estos “las manipulan, poniendo en riesgo la vida de las víctimas”.

También, que “los servicios y oficinas que sirven de enlace con las salas sean verdaderos facilitadores y tener más precaución cuando se le hacen consesiones de salidas a los agresores”.