Cayey. Mató a los suyos, a quienes llevaba años cuidando y se suicidó. Pero antes se aseguró de pedirle perdón a su familia.

Miguel A. Colón Rivera, de 82 años, usó un revolver calibre .38 en la mañana de ayer para acabar con la vida de su esposa, Elisa Rivera Colón, de 80 años, y con la de sus hijos, Miguel Antonio (57) y Elizabeth (53), ambos pacientes mentales.

Los hechos ocurrieron en la calle Coronel Irizarry de la urbanización San Martín de Cayey.

Esa fue la conclusión preliminar del Cuerpo de Investigaciones Criminales (CIC) de Guayama, que encontraron los cuatro cuerpos en la residencia familiar; tres de ellos en sus habitaciones y el cuarto en el comedor, acompañado del revólver y una nota suicida en la que pidió perdón a su familia y precisaba las instrucciones sobre “un dinero”, según el capitán Miguel Figueroa Lugo, director del CIC de Guayama. Se descartó que una quinta persona fuera la responsable del incidente.

Aunque las autoridades no han determinado el móvil del asesinato, comentaron que no había antecedentes de violencia de género y varios vecinos coincidieron en que el octogenario “estaba cansado”, ya que era el cuidador de sus dos hijos y su esposa, quien presuntamente padecía de Alzheimer. 

“Ya él estaba dobla’o, él ya no podía y yo creo que se cansó”, dijo Carlos Madera Cortés, vecino inmediato de la residencia familiar. 

El hombre aseguró a Primera Hora que hablaba con frecuencia con Colón Rivera, químico de profesión, y entre esas conversaciones le comentó que había distribuido “todo lo que él tiene pa’ los hijos, él me lo dijo a mí”. Más temprano, otro vecino que se identificó como David, se acercó a la prensa y comentó que el anciano vivía agobiado porque tenía que estar “como un esclavo atendiendo” a su familia.

Según datos suministrados por la Policía, Colón Rivera llamó a su hermana a las 6:30 a.m. y le dio el pésame, al expresarle la frase: “te acompaño en tus sentimientos” y luego colgó.

La mujer preocupada llamó al Sistema de Emergencias 9-1-1 para notificar lo que le había sucedido. La querella fue cursada a la Policía como una “situación sospechosa”.

“Eran vecinos bien nice, eran personas tranquilas, no tenían ningún tipo de problema”, añadió Madera Cortés. Alrededor, amistades y curiosos confirmaron lo mismo: se trataba de una familia tranquila, iban a la iglesia los domingos y nadie esperaba algo así. 

“Era un hombre tranquilo, quería a su familia”, insistió Madera Cortés. 

“Me regaló toda la maquinaria cuando el doctor le dijo que no podía hacer na. Él fue al cardiólogo y le pidieron descanso y él me regaló toda la maquinaria que tenía, porque él hacía sillas cuando se retiró del trabajo, que era químico federal”, sostuvo el vecino.

Varios familiares llegaron a la escena donde las autoridades continuaban investigando, pero hasta prefirieron no hacer expresiones públicas.

Madera Cortés escuchó dos o tres tiros poco después de las 6:15 a.m. Se asomó, no vio nada y regresó a su taller. Minutos después escuchó otro tiro, el último, y apenas cinco o diez minutos más tarde llegó una patrulla justo frente a la casa de sus vecinos.

El capitán Figueroa Lugo confirmó que se encontraron cuatro casquillos disparados y dos sin disparar.

La fiscal Yojaira Rodríguez está a cargo de la investigación, mientras que la superintendente de la Policía, Michelle M. Hernández de Fraley, lamentó los hechos y destacó la importancia que, en casos como estos, tienen los consejos vecinales, ya que desarrollan un mecanismo para estar alerta de lo que ocurre en su entorno.

 Recalcó uno existente en Juana Díaz. “Ellos hasta tienen walkie talkies para notificarse cuando ven cosas sospechosas en el vecindario y están bien pendiente de todos y eso es una de las cosas que hay que restaurar en Puerto Rico porque ahora fácilmente usted se muda a un vecindario nuevo y nadie sabe quién tú eres y nadie sabe nada de nadie”, dijo.