Melvin Eduardo Rivera González fue sentenciado a un año y un día de cárcel por incitar a una de sus estudiantes a sostener actos de índole sexual y a tres años de libertad supervisada.

El juez federal José A. Fusté entendió que imponer un año de prisión al exmaestro era suficiente, aun cuando la pena recomendada por las partes era de entre un año y nueve meses a dos años y tres meses de cárcel.

El entonces maestro de educación física de una escuela en Toa Baja hizo alegación de culpabilidad el 12 de mayo pasado por incitar y coercer a una menor de 15 años a cometer actos de índole sexual a través de conversaciones que sostuvieron por mensajes de texto. Algunos leían: "Tú quieres besos, te doy besos. Si quieres otra cosa, lo hago amor"; "vamos a darnos par de estrujones"; "te afeitas o te haces pequeños dibujos... tú sabes dónde"; "Que me hables claro si hay 'break' de tener algo entre nosotros informal... tú me entiendes. Bueno, porque no puedo estar tirando balas locas... Soy maestro allí, casado y yo sé que es mucho revolú, pero hablo claro y no me quedo con nada adentro".

Las conversaciones comenzaron el 1 de febrero pasado, y el hoy convicto, de 26 años, fue detenido por agentes de la Oficina de Seguridad Interna del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE-HSI) el 10 de febrero, cuando pautó encontrarse con la estudiante de décimo grado.

"Dele gracias a Dios que no pasó más nada, porque sería una tremenda situación... ¿Le ha pasado por su mente qué pasaría cuando sus hijas (de cuatro años y un año) tengan 14 o 15 años y un maestro les haga esto? ¿Puede imaginar eso?", le cuestionó Fusté a Rivera González, quien permaneció en silencio.

El juez agregó que "imagínese por un minuto que algo más hubiese ocurrido, que ella se va con usted en el carro y se la llevara a un motel o al Caribe Hilton. Sería un cargo de transportación. Imagínese. Eso fácilmente pudo haber ocurrido. Imagínese si tiene una hija de 14 o 15 años, que actúa como de 19, pero un maestro cruza la línea. Yo como padre, probablemente iría a la cárcel".

El juez catalogó la situación como una "tragedia", dado a que las víctimas del caso fueron la estudiante de décimo grado y su madre, además de la propia esposa del hoy convicto y sus hijas. Destacó que lo más grave de este caso fue que el entonces maestro era custodio de esa menor y violó la confianza a los padres de dicha institución académica.

Mas el juez tomó en consideración que el informe del sicoanalista que evaluó a Rivera González indicó que tiene una "bien baja incidencia de reincidir" y que la esposa, Jailene Rodríguez Gutiérrez, perdonó a su esposo y se expresó ante la corte para pedir que le impusiera una sentencia de probatoria.

"No creo que la cárcel sea un recurso de aprendizaje. No creo que sea una alternativa... Mi esposo ha pasado por un proceso de concientización y sentido de culpa y estar en la cárcel lejos de nosotras ha sido el peor castigo. Melvin Eduardo es un esposo dulce y cometió una falta por impulso, por inmadurez, una situación que lo ha hecho crecer. Ha sido una prueba para nosotros que, en vez de separarnos como muchos pudieran pensar, nos ha unido más. Ya hemos recibido un daño permanente, parte de nuestra vida está tronchada", expresó la esposa.

El juez le dijo que la admiraba por ser "suficientemente madura" para perdonar a su esposo de seis años, y "le aseguro que trataré de ser justo, aunque no pueda complacer sus deseos (de probatoria)".

Al momento de hacer su alocución, Rivera González destacó que deseaba "ponerle punto final a este vergonzoso y doloroso proceso".

"Lo perdí todo, mi trabajo, mis estudios, y lo que más me gustaba hacer, que era enseñar. Estuvo a punto de perder a mi esposa y mis hijas, por quienes me levanto todos los días. Quiero mostrar mi arrepentimiento y pedirle perdón a la víctima y a su familia por hacerles pasar por este proceso tan difícil. A mis padres, a mami y papi, a mis hermanos, a mis suegros, a mis hijas. Ellas son por lo que lucho a diario. Quiero pedirle perdón a mi esposa, la mujer que más admiro, excelente madre e hija y compañera (comienza a llorar). Nos juramos amor en las buenas y en las malas. Quiero ganarme de nuevo la confianza de quienes la perdí", manifestó Rivera González, quien fue representado por la abogada Melanie Carrillo.

El fiscal Marshal D. Morgan indicó que representaba a la víctima y a su madre, que decidieron no estar presentes durante la lectura de sentencia. Destacó que aunque esto no era un crimen de homicidio, "es un crimen que deja heridas duraderas a una población vulnerable".

"No se puede minimizar la conducta aquí. Los padres esperan que sus hijos estén seguros y protegidos, libres de peligro en las escuelas... Ciertamente su esposa e hijas son víctimas también en este caso... Este caso se distingue por violación de confianza", señaló el fiscal.

Carrillo solicitó al juez que no lo obligara a registrarse en el Registro de Ofensores Sexuales. Al momento de sentenciarlo, Fusté determinó que se evaluará su proceso de rehabilitación a ver si ordena que se registre o no. Como parte de las condiciones de la sentencia, le indicó a la oficial probatoria que si en algún momento el matrimonio "falla o no es estable", evaluará si hay que modificar las condiciones de la libertad supervisada.

"Debe de contar sus bendiciones, que su esposa está con usted bajo estas circunstancias, que su familia está con usted. Tiene una obligación de estabilidad en su matrimonio y sus dos hijas", le instruyó el juez.

Fusté le dio la oportunidad de entregarse el lunes antes del mediodía para entonces ingresarlo a prisión a cumplir la sentencia.

De haber sido encontrado culpable durante un juicio, el exmaestro se exponía a una pena mínima de 10 años de prisión.