Un joven de 22 años testificó este miércoles en corte abierta sobre un patrón de abuso sexual al que estuvo sometido cuando tenía entre 12 y 16 años por parte del pastor Nelson Santiago Colón, periodo en el que el religioso lo llevaba de la iglesia a su residencia para cometer los actos que se prolongaron por espacio de unos cuatro años.

Durante el primer día de juicio en el Tribunal Federal de Hato Rey contra el entonces predicador de la Iglesia Cristiana Peniel, en Santa Isabel, quien está acusado por tres cargos por transportar a tres menores de edad para sostener actos sexuales ilícitos, el joven reveló que rompió el silencio sobre lo ocurrido cuando supo que otros niños también eran víctimas del pastor.

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Ante las seis mujeres y los ocho hombres –incluyendo dos suplentes- que componen el jurado, el primer testigo de la Fiscalía relató que comenzó a ir a dicha iglesia entre 2004 y 2005, cuando tenía entre 12 y 13 años, por invitación de su abuela, quien era secretaria allí. Como no tenían transportación, el propio Santiago Colón los buscaba y los llevaba en una guagua de la iglesia.

“Yo lo veía como un pastor bueno, que pastoreaba bien”, dijo el joven, que nació en 1992, y quien al presente vive en un Hogar Crea, después que violó las condiciones de una probatoria impuesta por delitos de apropiación ilegal y robo, por actos que cometió bajo la influencia de bebidas embriagantes, según trascendió en sala.

A preguntas del fiscal Marshal D. Morgan, el testigo que identificaremos como John Doe #1 narró que un domingo iban en la guagua con la esposa del acusado, identificada como Santa, y Santiago Colón le preguntó al entonces menor si podía ir a su casa a lavarle la guagua, y le ofreció su teléfono celular para que llamara a su madre para pedirle permiso, el cual fue concedido.

Al llegar a la residencia, en la comunidad Quebrada Limón, en Ponce, Santa preparó comida y almorzaron. Entonces Santiago Colón puso una película de Steven Seagal en el cuarto de huéspedes, relató el joven, quien explicó que la que vio sentado al borde de la cama.

Cuando el pastor fue a la habitación, le ofreció un pantalón corto para que se cambiara, diciéndole que “la ropa de iglesia es incómoda”. El joven acogió la propuesta y se puso el pantalón corto.

Después, indicó que el acusado se le sentó al lado y “empieza a hablarme y me empieza hacer cosquillas. Yo me acuesto riéndome en la cama, él se me acuesta encima, haciéndome cosquillas y dice vamos a jugar lucha libre. Se me acuesta encima, rozándome, pecho a pecho, genitales con genitales. Allí empecé a pensar, pero seguí creyéndole en el momento del juego de lucha libre”.

El joven continuó explicando en detalles cómo el acusado lo masturbó y eventualmente lo indujo a practicar sexo oral. Después explicó que el hombre le pidió que llamara a su mamá para que lo dejara quedarse a dormir en su casa esa noche porque ya era tarde, y así hizo. Dijo que ambos durmieron en la misma cama y que la esposa del pastor pernoctó en otro cuarto. Al día siguiente, desayunaron y de camino a su casa, el acusado nuevamente lo acosó sexualmente.

“Cuando llegamos (de regreso a la casa del menor), me dice: ‘Cuídate. No se lo digas a nadie y nos vemos el domingo’. Me dio $5, no me dijo por qué. A mi entender, fue que me compró porque en ningún momento lavé la guagua”, declaró John Doe #1.

La segunda vez ocurrió como tres domingos después, cuando volvió a llevarlo a su casa con “la misma rutina”, pero induciéndolo a otras actividades homosexuales que se repitieron por espacio de cinco años, hasta que cumplió 16.

El joven confesó que no había dicho nada sobre lo ocurrido hasta 2012, cuando supo que había “otra gente involucrada”, en referencia a otras víctimas. Explicó que cayó porque “tenía miedo que me juzgaran o me vieran de manera diferente, como que era ‘gay’ o se burlaran”, y aseguró que no es homosexual.

En el turno del contrainterrogatorio de la abogada Yasmín Irizarry, de la Oficina del Defensor Público federal, ésta señaló contradicciones entre el testimonio que John Doe #1 ofreció en sala y la declaración jurada que prestó en noviembre de 2012. Se refirió, entre otros asuntos a que fue el joven quien llamó a su madre para pedirle permiso para ir a lavar la guagua, pero en el escrito mencionó que fue el propio pastor.

El testigo se mostró fuerte en todo momento y contestando serio, hasta que en un momento dado Irizarry le preguntó si se sentía mal cuando estaban ocurriendo los eventos, si no quería estar allí y si no le gustaba lo que estaba pasando. Fue entonces que John Doe #1 dejó de contestar y se echó a llorar, por lo que se decretó un breve receso.

En el redirecto del fiscal, el joven destacó que luego de prestar la declaración jurada, se ha acordado de otros detalles que no dijo en esa ocasión. Agregó que cuando ocurrieron los hechos, era delgado, con menos de cinco pies de estatura, por lo que no podía defenderse. Sobre la reincidencia de los hechos, respondió que “no me atrevía a decir sí, no me atrevía decir no y a veces quería decir que no, pero no me atrevía”.

Explicó que a los 16 años, cambió su forma de pensar y decidió que no quería volver a la iglesia y así hizo. John Doe #1 manifestó que le cogió “odio a las iglesias”. Mientras, afirmó que nunca le dijo a la esposa del acusado lo que ocurría por “miedo a que me malinterpretara, que se fuera a favor de él o no me creyese”. Agregó que ahora, al hablar de lo ocurrido, se siente “triste, mal, con rencor”.

En su informe inicial, Morgan catalogó el caso como uno de “abuso de confianza”, ya que Santiago Colón era un pastor que “usó la fe y la religión para llegar a niños y tomó ventaja de su posición”. Recalcó que se ganaba la confianza de los padres y de los propios menores para cometer los actos. Destacó que son tres menores, y que en sus declaraciones demostrarán un “patrón de conducta”, ya que la excusa que usaba para llevarlos a su casa era para que lavaran la guagua –lo que solamente ocurrió una vez- o para que jugaran juegos de vídeo con su hijo.

El fiscal adelantó que la esposa del acusado testificará en el juicio y dirá que desde el 2005, Santiago Colón dejó de dormir en la habitación principal con ella y habilitó el cuarto de huéspedes como su habitación, y “allí era donde ocurría el abuso”.

“Estaban tan sorprendidos, que una persona en la que confiaban estuviese abusándolos, que se quedaban paralizados en la cama. No podían creer que un pastor hiciera eso. Permanecían callados, a veces por años. Por vergüenza, bochorno y temor de que no les creyeran, además de que el pastor les decía que no dijeran nada”, señaló Morgan, quien aclaró que los hechos contra los tres menores ocurrieron entre 2004 y 2011.

La abogada sostuvo que su representado “no transportó a ninguno de esos tres menores”. Manifestó que Santiago Colón no es culpable por lo que se le acusa y que “no hay evidencia física, ni científica que pruebe que es culpable”.

El juicio ante la jueza presidenta del Tribunal Federal de Puerto Rico, Aida M. Delgado Colón, continúa mañana, jueves.