“Imagine cómo ha sido esto”.

Aracelis Cintrón, madre de Carmen Paredes, llegó sumamente compungida al Tribunal Superior de Bayamón, para enfrentar el desenlace del juicio contra Pablo Casellas, acusado por el asesinato de su hija.

Horas después, al saberse el veredicto de culpabilidad, la mujer se abrazó fuertemente a su hijo Joseph, a la esposa de este y a una amiga que la acompañaba, presa de una emoción incontenible.

La fiscal Phoebe Isales se le acercó y a ella también la abrazó. De repente comenzó a llorar. Al mismo tiempo se escuchaban los sollozos en el banco de al lado, donde se encontraba la familia Casellas.

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Doña Aracelis, junto a sus familiares, salió cabizbaja del tribunal y ya a las afueras toda la energía y el dolor acumulado finalmente parecieron encontrar una válvula de escape. No paraba de llorar, se doblaba como si no pudiera contener el dolor y apenas podía moverse hasta el vehículo que se acercó a recogerla. Su hijo la ayudaba.

Mientras esto sucedía, decenas de ciudadanos que esperaron el veredicto en el exterior del tribunal aplaudían sin parar, gritando “¡Se hizo justicia!”.

El día fue largo para doña Aracelis. Temprano, tan pronto entró a la sala 706, se abrazó llorosa a la fiscal Janet Parra, aferrándose a ella como si fuera su tabla de salvación.

Luego ocupó un asiento en el primer banco de la derecha, justo detrás del ministerio fiscal, junto a su hijo y otros allegados. Se le observaba la tensión en su rostro y en su cuerpo. En el banco contrario se encontraba su yerno, acompañado de familiares.

Cintrón levantó sus espejuelos y secó sus ojos con un pañuelo, mientras una amiga le daba ánimo.

Se creó cierta tensión en la sala ante el drama que viven las dos familias en momentos en que un jurado se disponía a escuchar las instrucciones del juez para retirarse a deliberar.

“Estamos listos”, se escuchó decir a Parra. Cintrón la miraba fijamente.

Tan pronto como el juez José Ramírez Lluch terminó las instrucciones, a las 11:30 de la mañana, el jurado se retiró a deliberar.

Todos los presentes abandonaron la sala. Cintrón y Joseph salieron fuera del tribunal.

El corredor de seguros Pablo Casellas Toro dormirá hoy en la cárcel, luego que un jurado lo encontró culpable por el asesinato de su esposa Carmen Paredes.

“Estoy adolorida”, dijo Cintrón a Primera Hora cuando se le inquirió sobre su estado de ánimo.

No fue hasta las 2:30 de la tarde que los familiares de Paredes, la familia de Casellas, abogados, fiscales y defensa regresaron a sala, porque el jurado notificó al tribunal que tenía una duda, que luego aclararon entre ellos mismos.

Entretanto, en medio de la larga espera, Cintrón y su hijo optaron por quedarse en sala, en medio de un bullicio. Todo el mundo conversaba.

“¿Está tranquila?”, se le preguntó.

“Sí”, contestó con una sonrisa y moviendo la cabeza en la afirmativa.

Se le observaba conversar animadamente, relatando lo que parecían ser historias de su hija, pues mencionaba a “Carmencita”.

Joseph también conversaba durante la larga espera. Habían pasado cinco horas desde que el jurado se había retirado a deliberar.

Ya, a las 6:18 de la tarde, cuando se presumía que el jurado tomaba su cena, se le preguntó a Cintrón si el relato que hacía era sobre su hija y contestó: “Sí”.

Explicó que aludía a que una vez se le perdió en la tienda González Padín, cuando tenía tres años y la llamaba: “¡Carmencita. Carmencita!”.

Pablo Casellas Toro está acusado por el asesinato de su esposa Carmen Paredes Cintrón.