Eigla Y. Troche / Educadora 

Desde muy pequeña soñaba vivir en Cabo Rojo; oriunda de Mayagüez, ciudad de las aguas puras, me trasladé a un pequeño pueblo donde podía disfrutar de las aguas cristalinas de sus playas y los impresionantes acantilados que cerca del faro podía apreciar, como el regalo más hermoso que nuestra Madre Tierra me pudiera brindar. 

No fue hasta que tuve la oportunidad de educar en una institución rodeada por la naturaleza que realmente pude apreciar su valor. Educar a los niños a cuidar su tierra, apreciar el canto de las aves, a sentir y respirar el aire más fresco que pudiera experimentar. 

Una mañana, me senté a observar cuánta basura mis dos hijos y yo devolvíamos a la naturaleza. Mi niña, con apenas nueve años me pidió que le enseñara a reciclar y a sembrar. Como educadora, nunca había experimentado ese gran reto de enseñarle a mi niña algo que yo también desconocía. Así que, manos a la obra, ambas comenzamos a aprender. 

Cada día, Fabiola recoge de su huerto casero las hierbas que mamá utiliza para cocinar, va al campo a cuidar de sus animales y a recoger los huevos de sus gallinas. Le lleva la hierba que cortamos a las vacas e investiga cómo hacer composta con los desperdicios alimenticios. Esta es nuestra iniciativa verde: cada familia tendría la oportunidad de educarse sobre el reciclaje. Además, tendría la oportunidad de escoger el método para disponer de los desperdicios sólidos de nuestro hogar, así sea a través de una bolsa biodegradable o cartón.  Por último, cada familia recibirá un incentivo por donar su reciclaje semanalmente al Municipio y de esta manera sufragará el costo del recogido. El color verde representa verdor, naturaleza, belleza de nuestra madre Tierra, es por esto que le llamo así, sin afiliaciones políticas. 

Actualmente, Cabo Rojo presenta su iniciativa naranja, una iniciativa repudiada por muchos ciudadanos. Una iniciativa que su misión sea concienciar, educar y minimizar los desperdicios en cada hogar con el fin de iniciar a su pueblo en el reciclaje para juntos disfrutar de ese Puerto Rico que anhelamos. 

El pueblo no se opone al reciclaje, solo espera que sea un proceso de toma de decisiones, un proceso transparente, que realmente aporte a lo que todos queremos: ver un Puerto Rico limpio y verde.  

Aprender a reciclar debe ser un proceso lindo, gratificante, un regalo a nuestras generaciones. Espero que al leer estas líneas y se escuchen las voces de nuestro pueblo, se tome una decisión justa para todos. Que nunca más mis hijos tengan que escucharme decir: ¡Qué tristeza ver los caminos que recorría con mis padres, hoy llenos de basura, esos mismos caminos en los que de niña soñaba vivir!