No habían pasado seis horas de aquella relativa y preocupante calma de la mañana del 21 de septiembre de 2017, cuando alguien se preguntó en voz alta lo que seguramente nos pasaba por la mente a tantas otras personas, inclusive desde antes de caer la madrugada de aquel jueves: pero ¿qué es esto? 

Cuestionamiento válido, aunque en clara referencia a lo que evidentemente se había catalogado ya como el más devastador desastre natural en la historia moderna de la Isla. Seis meses después del paso del huracán María por nuestro archipiélago, tengo la seguridad de que hemos encontrado una respuesta: María ha sido la gran lección de nuestros tiempos.

A Puerto Rico “le cae como anillo al dedo” aquella famosa frase del dramaturgo inglés Thomas Middleton, en la cual nos recuerda que “nunca se es demasiado viejo para aprender”.

Es cierto que, como islas caribeñas bendecidas por un clima tropical, habíamos experimentando también los estragos causados por los fuertes vientos y copiosas lluvias que trajeron consigo otros inolvidables huracanes, pero el impacto de este fenómeno natural en nuestra infraestructura y en nuestras vidas ha sido como ningún otro que la inmensa mayoría de los y las residentes de Puerto Rico, hubiéramos experimentado en nuestras vidas. 

Igualmente, impresionante e impactante fue la respuesta de nuestra gente, dentro y fuera de la Isla.

Y mientras diferentes sectores aprovechan la coyuntura del tiempo transcurrido para sembrar la semilla de la frustración, la discordia y la desesperanza, otros recordamos lo que nos enseña la Palabra en Eclesiastés: “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo”, y preferimos utilizarlo para plantar, construir, reír, abrazar y amar. En fin, para encontrar la paz. 

Por eso estas breves líneas con las que cierro este escrito, las dedico a decir una vez más “GRACIAS” a quienes nos enseñaron el camino de la bondad dando todo de sí por los demás. 

A los empleados y empleadas del Departamento de la Vivienda y de la Administración de Vivienda Pública, servidores por excelencia.

A los funcionarios que tocaron la vida de los entonces más vulnerables en nuestros refugios, porque más que un techo y alimento contagiaron a nuestra gente con su alegría, su empatía, su entusiasmo, sus dones y sus talentos.

A todo nuestro Pueblo, a los que nacimos en esta Patria nuestra, ésa que hacemos trabajando; y a los que hemos adoptado como sus hijos, pues hemos vuelto a nacer y crecer juntos, de nuevo.

A seis meses y dos días de María, nos corresponde reflexionar sobre la lección aprendida y mantener viva la llama que brindó luz y calor a nuestro prójimo, a pesar de que en nuestro tiempo celebremos que ha cesado la oscuridad y que en las noches ya no sintamos frío. 

Puerto Rico es el lugar donde vivimos, nuestro hogar. Nuestra familia inmediata es nuestra comunidad, son nuestros vecinos. No olvidemos nunca que durante la emergencia fuimos y dimos lo mejor de nosotros mismos y, por eso más, al 22 de marzo de 2018, debemos seguir viviendo, agradecidos.