Javier Rodríguez Horta / consultor legislativo

Alrededor del 1991, tuve mi primera interacción con el sistema público de educación de Puerto Rico. Aquel día vi un sistema público que, en resumen, puedo decir estaba abandonado. Por lo que he visto, la situación del abandono no ha cambiado a pesar de tener al mando un departamento con presupuesto alto y ayuda federal en trato igual con los estados desde el 2001. 

Como opción de cambio con miras al progreso, entra el P. de la C. 1441, donde el gobierno propone implementar un plan piloto que establece inicialmente 14 escuelas alianzas (Charters) para evaluar si son una mejor alternativa. De los resultados ser favorables, entonces se haría una transición de hasta 80 escuelas del sistema deficiente actual al modelo de Charter. En fin, eso es la reforma educativa, un simple experimento con la meta de buscar cómo arreglar el sistema.

La discusión pública lamentablemente se desenfoca de lo que realmente es importante y le da audiencia a temas irrelevantes cuya raíz nacen del deporte favorito de Puerto Rico, la política. Ejemplos, el salario de la doctora Julia Keleher y el cierre de escuelas. 

Keleher se gana punto bicicleta del uno por ciento del presupuesto total de Educación. Si miramos los contratos que tenía bajo el mando del exsecretario Rafael Román Meléndez, muy probablemente vemos que en realidad Keleher tomó esta oportunidad como un reto profesional para poder aportar y ayudar a mejorar un sistema que es el segundo más grande de la nación. Es decir, no creo que fue una decisión económica, pero si una para su resumé.

El cierre de escuelas es inevitable, y diría, hasta necesario. Sacando el lado emocional de la ecuación, al cual le hemos dado tanto peso, si miramos la situación estrictamente de un punto racional, tomando en consideración todos los factores, es una movida saludable para el sistema y sus niños. Dicho eso, el proceso de cierre se debe hacer de manera correcta y con sensibilidad ante el elemento humano. 

El factor político también actúa como impedimento. Tratando de decir “bajo esta administración hicimos X cosa”, logran hacer barbaridades. Ejemplo recién, el mandarín. En un sistema en que los estudiantes no dominan su propio idioma, el español, mucho menos el idioma de uso en el campo profesional, el inglés, ¿cómo vamos a gastar recursos en enseñar mandarín? Y más cuando en China, precisamente el idioma que enseñan para uso profesional internacional es el inglés, el idioma universal.

La pregunta clave, y la cual deberíamos estar haciendo, ¿vale la pena la reforma? Sí, y un sí rotundo y firme. Siempre y cuando evaluemos alternativas para mejorar la educación de quienes son el futuro, estoy y debemos estar todos a favor. Lo que no debemos estar a favor y no se debe de permitir es de poner un sistema abandonado en una competencia injusta. Es como pedirle a un pez que suba un árbol. Sabemos que por más voluntad que tenga, el pez no podrá cumplir la encomienda. El pez está condenado al fracaso tal y como lo están las escuelas públicas si no se hacen ajustes necesarios para que el sistema pueda, como mínimo, tener una oportunidad justa de mostrar su capacidad real.

Como punto final, estemos hablando del público o privado, no se puede reformar un sistema educativo sin darle la importancia que amerita el motor principal del mismo, los maestros. Cuando hablamos de educación en Puerto Rico, por lo general la constante son los niños. El fallo grande de la Reforma, es precisamente el poner los maestros como plato de segunda mesa. Sir Richard Branson, fundador de Virgin Group, dice que lo primero no son los clientes, sino los empleados ya que ellos son los que cuidarán a los clientes. El mismo pensamiento aplica para educación.

La prioridad deben ser los maestros. El aumento de $1,500 es un paso en la dirección correcta, pero debe haber un aumento anual por los próximos ocho años, como lo hizo el primer gobernador Pedro Rosselló con los policías dos décadas atrás. Hasta que como sociedad no valoremos y recompensemos monetariamente dicha profesión, de nada vale cualquier esfuerzo reformista.