Fue imposible convencer a Papo Brenes de que no le convenía manifestar su respaldo público a mi candidatura a la gobernación.

"Papo, el país lo sabe, no es necesario que te calientes con la gente que pueda pensar diferente", le dije. 

"Me ofendes David", me contestó. "Nunca me escondo cuando se trata de defender a mi gente y las cosas en que creo". 

No solo hizo público su respaldo, sino también, a pesar de su enfermedad, apareció en varias caminatas junto a su pana del alma Alexandra, mi esposa.

Así era Papo, no escatimaba a la hora de darles la mano a los suyos. Un hombre transparente y consistente en su forma de vivir. Un verdadero caballero que sabía ser firme sin lastimar y elegante sin claudicar. Era un bohemio nato, amante del buen conversar y la música.

La cerveza sabía mejor cuando él estaba en la mesa. Conocía de todo un poco, pero no presumía de nada. Al terminar de expresar un argumento, siempre añadía al final: "tú qué piensas?". Reconociendo que no era dueño absoluto de la verdad. 

Sus temas favoritos eran sus hijos, Marcos, Josué y Angelique --de quienes vivía profundamente orgulloso--; el deporte, su trabajo y los asuntos del país. 

Papo amaba a su Patria de manera muy intensa y la defendía de verdad, en el día a día, con su trabajo y ejemplo de vida. Hoy en su despedida terrenal deja Papo un referente de vida para todos los que a la hora de su partida quieran expresar sin reservas: Misión cumplida.