Por Byankah Sobá

En marzo de 2015, llevaba días observando un cambio en Papo. Esos días se convirtieron en semanas. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que se sentía un poco raro, pero nada serio. Luego, una tarde, a minutos de comenzar Dando Candela, me enteré. No paré de llorar y estaba ya al aire. Eventualmente, en el programa transmitido el 9 de abril pasado, él mismo informó al País sobre su padecimiento de cáncer.

Ramón Luis “Papo” Brenes Berríos fue mi primer jefe en un medio de prensa escrita, especializado en espectáculos. Recuerdo que después de algunas entrevistas a artistas emergentes, durante un día festivo, me asignó, junto a Luis Ruiz, jefe de fotografía de Tv Guía, ir a “pescar” al pelotero Sammy Sosa, quien en ese momento arribó a la Isla en un misterioso yate.

También recuerdo sus consejos y buenas recomendaciones cuando decidí dejar Tv Guía e irme a laborar en su entonces competencia, la revista VEA.

Más buenos recuerdos llegaron a mi mente mientras se dobló para recoger mi bolígrafo del piso y me puso su brazo para enderezarme en la silla que daba vueltas durante el show, poco antes de que informara en vivo a la audiencia sobre su condición de salud, aquel 9 de abril.

Solo faltaban días para que Ramón Luis “Papo” Brenes le dijera a todo Puerto Rico su verdad, con entereza, ecuanimidad, gallardía y sin aspavientos. Es que así vivió, y así mismo murió.

Todos los que conocimos a Papo Brenes tenemos historias y anécdotas personales, las cuales atesoraremos en el corazón. Su vida profesional se desarrolló de forma acelerada al punto de que nos deja uno de los mejores legados del buen periodismo.

En tiempos de redes sociales y del afán desmedido por la inmediatez, hay que hacer un alto y reflexionar en la trayectoria de un periodista de altura, especializado en el periodismo de espectáculos. Papo Brenes no tenía redes sociales, por lo que nunca fue parte de la fiebre de los selfies, el boom del share, la presión de los views, ni la inapropiada valoración a la cantidad de seguidores. Nunca abrió ni un perfil de Facebook. Me dijo que fue su hija quien hace un tiempo le creó una página en dicha plataforma cibernética. Siempre se negó a sucumbir a la imposición de moda, por lo que su amigo y compañero, Fernan “Nalgorazzi” Vélez, creó el hashtag #paponotieneredessociales.

Por eso su reputación e imagen intachable no es proyección de redes, emanó de su verticalidad, de su trabajo imparcial y del respeto a la noticia. Su credibilidad la ganó por el rigor de sus investigaciones, y por la dignidad con la que trataba a sus entrevistados.

La vida de Papo evidencia que el periodismo de espectáculos es un asunto serio, y dio cátedra de como debe conducirse el periodista que lo ejerce. Contrario a lo que vemos en quienes son las nuevas caras de lo que llaman farándula a nivel mundial, su vida personal transcurrió sin escándalos y sin manipulaciones mediáticas. 

Papo, junto a Enrique Pizzi de la revista VEA (QEPD), inventaron la vieja escuela. Son pilares que, lejos de quedar en el olvido, sirven de inspiración a las nuevas generaciones de periodistas que vislumbran entrar en tan compleja disciplina. 

En muchos casos, por la accesibilidad tecnológica, somos rehenes de la falta de ese reconocimiento de algunos, en su afán de ser considerados artistas (solo por proyectarse públicamente desde algún medio de comunicación). Sin embargo, pese a su carisma y arraigo en el público, Papo nunca se consideró a sí mismo un artista. Era humilde y muy modesto.

No le interesaba la fama. Fue estudiante de Justicia Criminal, y aun cuando pudo convertirse en abogado para seguir los pasos de su padre, prefirió seguir en el quehacer noticioso. Fue un periodista de vocación. Amaba lo que hacía, y reconocía la responsabilidad enorme que tenía en sus manos al reportar. Sabía que sus reportajes podían cambiar vidas, trastocar situaciones y mucho más. Por su profesión conocía mucho de muchos, pero nunca se vendió para vender. Su vida fue sacrificada, pero con sinnúmero de logros y valores inalienables. De ahí el prestigio de Papo Brenes, a quien todos conocen aunque no subía fotos de su diario vivir o comidas a SnapChat.