Un centro de convenciones abarrotado. Largas filas de personas acompañados de niños, adolescentes y jóvenes en general. Un amplio salón atestado de fans que esperaban pacientes para llegar hasta su ídolo, para así tomarse una foto al igual que un autógrafo. 

Lo antes descrito era provocado por la sensación del momento. No son estrellas de rock. Tampoco del pop o género urbano. Los ídolos de estas nuevas generaciones son figuras de las redes sociales. Ninguno ha grabado un disco. Ninguno es estrella de la televisión, ni salen en obras de teatro o el cine. 

Este nuevo fenómeno social ha venido a satisfacer la inmediatez de una generación que no se rige por horarios, tampoco siguen las estructuras de las generaciones anteriores que tenían que seguir el ritmo e itinerario de la televisión. Estos chicos toman su tableta, se conectan a Netflix y ven de una sola sentada su serie favorita, sin importar cuántos capítulos tenga. 

También tienen la ventana del YouTube que le brinda la satisfacción de encontrar de todo. Desde tutoriales de maquillaje hasta clases de baile.

Es aquí donde estos llamados influencers han hecho su agosto. Hablan con la jerga de sus pares. Llenan sus necesidades de inmediatez y son increíblemente creativos. 

Utilizan lo cotidiano. Muchos son un reality constante, aunque usted tiene amplia variedad. Está el que realiza bromas, el que se pasa realizando trivias o encuestas y hasta, el que domina con éxito la comedia de situación. 

El rey de este tipo de espectáculo es el llamado Daniel El Travieso. El  talento de este joven es pasmoso. Ha creado los personajes de una familia disfuncional y los interpreta con rigurosidad. Crea canciones al tiempo que sazona con las situaciones más absurdas, la trama de sus comedias. Para sorpresa de muchos ya superó el millón de suscriptores, no tan solo de Puerto Rico, sino de toda Latinoamérica. El negocio es tan rentable que ya está disfrutando de un chequecito que le llega al buzón de su casa. 

Pero todo esto no es gratis. Estos nóveles artistas alimentan periódicamente sus canales de YouTube. Como dije, son rigurosos. Semanalmente suben dos o tres veces contenido nuevo. Este innovador juego no permite que las cosas se añejen pues la competencia es dura.

Hablando con muchos de ellos son muchachos transparentes y con estudios universitarios. Incluso, Yonso, amigo cercano de Daniel, está estudiando leyes con aspiraciones de convertirse en un abogado. 

Una gran tarima ubicada en el centro del lugar era el escenario para que desfilaran uno por uno ante el delirante público. Mezclaron sus destrezas con vídeo juegos y otras cosas relacionadas a su nuevo mundo.

Les confieso que estaba lerdo viendo semejante espectáculo. Fui al lugar como papá, pues la pequeña Génesis quería ver a sus estrellas favoritas. Ella, al igual que muchos niños, navegan por las redes viendo las peripecias de estos jóvenes. 

Mirando de cerca la actividad me convencí de que la tecnología cambió las reglas de juego. Usted tiene que estar en las redes. Estamos en el cruce de una amplia carretera, en cuya intersección converge la generación tradicional que se crió viendo televisión, desayunando con el periódico en la mano y que escucha radio de camino al trabajo, con la de los jóvenes que lo tienen y quieren todo al alcance de su mano.

A través de su tableta o teléfono móvil acceden al contenido que les da la gana dedicando sus horas de ocio a su mundo virtual. Estamos ante uno de los grandes cambios. Está ocurriendo ante nuestros ojos. No entra por una película de ciencia ficción. El futuro simplemente está aquí.