La saga del alcalde de Guaynabo tiene más capítulos que las novelas turcas que se han puesto de moda en Puerto Rico.

Algunos hasta llevan un conteo de los días que han pasado desde que el gobernador Rosselló le pidió la renuncia a su cargo.

Se deben poner en perspectiva varias cosas.

Por más indignante y repulsivo que resulten los actos que le han imputado al señor Héctor O’Neill, no significa que vaya a salir de su cargo. El hombre se ha asesorado.

Joaquín Monserrate Matienzo es de los abogados más curtidos en la Isla y sabe muy bien desempeñar ese complicado juego del tablero legal. Por cada paso que Justicia vaya a dar, el “Joaco” les lleva un pie delante con un mapa con distintos escenarios.

De acuerdo a las consultas legales que he realizado con varios letrados, es muy probable que el Departamento de Justicia refiera al Panel del Fiscal Especial Independiente, la querella original que la dama afectada sometió en un momento y que luego retiró. También es muy probable que el panel del FEI proceda a asignarle un fiscal tras los análisis que haga.

De ahí en adelante, la cuesta se pone más empinada si es que finalmente no aparecen las personas que hablen y señalen al veterano político. 

Claro, algunos señalan que lo contenido en la demanda radicada y que propició el acuerdo económico con la imputada, podría ser suficiente pero la realidad es que resulta poco probable.

O’Neill no renuncia porque mantiene el poder, ese que le permite contratar a través del municipio a una prestigiosa firma de relaciones públicas y cuyo peritaje es el manejo de crisis. De igual forma, ha contratado a otros especialistas en esta materia para reforzar distintas estrategias y mantenerse por debajo del radar. 

El poder le permite proyectarse ante los suyos con autoridad. Está retando nada más y nada menos que al Gobernador. Su acción es fríamente calculada. Sabe que políticamente está frito. Es un cadáver insepulto y como dicen en el lenguaje de la calle, le rosa.

Su desafío no va dirigido a mantenerse en el futuro de su cargo. De todos modos, este cuatrienio está empezando y sin una convicción, no le pueden dar la patada aunque una acusación sí puede pesar para que se haga a un lado. Cosa que realmente dudo mucho.

La acción de O’Neill de mantenerse en su puesto podría ser concertada con el fin de amedrentar a aquellos, que les pasó por la mente levantar el dedo acusador ante otras posibles denuncias de abuso sexual.

De esta forma, le cerró la boca con dinero a una y mantiene el ojo de águila sobre otras enviándole el mensaje de “si te tiras, te fastidias”. Es un esquema maquiavélico, perfectamente estructurado para salir vivo, aunque en el camino tenga más rasguños que Rick, el personaje principal de Walking Dead.

Este caso pone de manifiesto que el sistema de justicia no sirve. 

La mujer que sufrió los vejámenes por los cuales recibió una compensación económica llegó a radicar una querella ante el FEI y aunque luego la retiró, no fueron lo suficientemente ágiles para atenderla al momento, cuando la ofensa carnal estaba a flor de piel. 

Más tarde, ella presentó la demanda contra el alcalde y nadie interceptó el asunto antes que se transara y que permitiera la oportunidad de diálogo o denuncia, lo que la transacción económica finalmente selló con dinero. 

Los alcaldes están retratados. O’Neill no es el único.

No olvidemos al de Santa Isabel, que citó a una joven a su casa para una entrevista y la recibió con una toalla puesta. Tampoco olvidemos a Wiso Malavé y al indultado Arlequín. 

Todos abusaron de su poder para hacer avances sexuales. Unos convictos, otros no, y Arlequín que fue premiado por Alejandro.

La situación asquea, pero no se entusiasme con la idea de que el alcalde de Guaynabo reciba su merecido. Está jugando para ganar y tiene las cartas para hacerlo. 

Lo que no debe faltar en la agenda legislativa es propiciar las herramientas para que situaciones similares no sigan ocurriendo y puedan dar garras a leyes e instituciones, que con este caso dan vergüenza ajena.

Ya veremos.