Está semana, se alborotó el avispero cuando el gobernador incluyó una vez más la derogación de la llamada Ley 80 de Despido Injustificado, en su convocatoria de sesión extraordinaria.

La respuesta fue una tibia, pues las caras de los legisladores no apuntaban a estar inclinados a eliminarla, tal como ocurrió en la sesión ordinaria que concluyó el pasado sábado. 

El Gobe afiló sus cañones y se hizo acompañar de los alcaldes para dar el mensaje, en cuanto a que, si no se ejecuta su pedido, la calentura podría durar hasta el próximo ciclo primarista. El acto no surtió efecto.

El tiburón le ripostó con una advertencia mayor, al apuntarle que la derogación de la ley podría llevarse por medio a todos incluyendo el primer ejecutivo. 

Al igual que un temblor, cuya duración es una breve, el Senado descargó la medida derrotándola 18 a 4 a solo 30 minutos de comenzada la sesión. De esta forma se le daba otra bofetada a La Fortaleza.

Este acto de macharranería política suena como una chiquillada. Sabemos que la Junta de Control Fiscal vino a tomar decisiones difíciles, que impactarían al Gobierno que se hundió en arenas movedizas por sus malas determinaciones y glotonería electoral. La próxima elección acompañada de la quincalla, nos llevó al paredón. Terminamos fusilados. 

La colonia no da más. El sistema político actual falleció y necesitamos salir adelante. Ante esto, uno pensaría que el momento histórico tenía al Gobernador correcto, pues pertenece a un partido ideológico que buscaba mover el asunto del status de verdad. 

El Gobe ha salido manilo. Luce tímido ante un momento histórico en el que podría imitar a Hernán Cortés, cuando hundió sus naves para transmitirle a sus soldados que solo tenía una alternativa. Caminar hacia adelante y enfrentar los ejércitos aztecas que los superaban de manera intimidante. 

Tenemos la oportunidad de retar la Junta y hacer la denuncia pública de humillación colonial. Es el momento de las alianzas. Quizás imitar al México moderno que sacudió la sabana. Los electores dejaron en la vereda a los partidos tradicionales y apostaron a una clase política que rompió el esquema y propiciaron un junte de país. 

El PNP debe aprovechar la izquierda, a los soberanistas del centro y estadistas no afiliados para activar un operativo congresional, internacional y hasta celestial. 

Se ha dicho y se ha repetido. ¿Dónde están los números que sustenten que la derogación de la Ley 80 va a propiciar el crecimiento económico? Lo dije en una columna hace semanas y lo sostengo hoy. El dato no aparece, la Junta no lo acaba de parir, dando a entender que es un mero capricho. 

Si me pongo a pensar mal, como a veces lo hago, creo que rayaría en adjudicar que la eliminación de la Ley 80 es la pieza que falta para limpiar la casa en la Autoridad de Energía Eléctrica. De esta forma, se engordaría el cerdito haciéndolo apetitoso a su comprador. Saldría de infinidad de trabajadores y no tendría que pagarle su mesada, y la rentabilidad de la transacción es viable. 

En el complicado tablero de ajedrez político todo es posible. La Junta tiene su agenda definida. Pagar a los bonistas al final del camino. Poner en cintura a un Gobierno goloso, con lo cual no estoy en contra del todo y propiciar la privatización de importantes activos. 

El Gobierno, por su parte, debe aprovechar el momento histórico y catapultarnos al próximo escenario, no con un proyectito aguado de Estadidad, sino propiciar la gran crisis política que llevaría a los Estados Unidos a meterle mano al asunto por el cual han rehuido hace más de un siglo. 

Sin embargo, parece que el Gobe no se atreve y prefiere pelearse con los suyos, en lugar de dirigirnos a la batalla final.