Tras el arresto del veterano alcalde de Sabana Grande, Miguel “Papín” Ortiz, se puso sobre la mesa el viejo tema de limitar los puestos políticos.

El alcalde cayó en manos de los federales por un supuesto esquema de corrupción propiciado por un contratista, que a su vez estuvo conectado con las estructuras del PPD en las pasadas contiendas. 

Muchos se quedaron con la boca abierta pues “Papín” tenía una fama, bien ganada, de haber sido un buen alcalde. Contaba con obra pública y hasta ese momento, no tenía mácula en su hoja de servicio.

Entonces vino la especulación. Las teorías se tejieron culpando el largo tiempo que llevaba en la alcaldía. Atribuyen que, a la larga, alguien encontró el precio justo para que se lesionara su integridad.

Sin entrar en adjudicaciones, ya que eso se verá en el tribunal federal, no se puede culpar al factor tiempo en el desempeño de una persona en puesto político, para caer al piso. 

De hecho, en este cuatrienio hemos visto como varios legisladores novatos han tenido que renunciar a sus escaños tras sufrir un traspiés con lo incorrecto. Así que el tiempo, mucho o poco en cargo, no es un factor. 

Ahora, en cuanto al antídoto que se está buscando, podemos decir que el limitar los términos tampoco es el remedio. Si usted desea impulsar está idea busque otras razones, pero no como herramienta exclusiva para erradicar la corrupción. 

En distintos países existe y no por ello, se ha eliminado esa mancha. Además, aquí el aparato electoral funciona de manera correcta. El pueblo acude a las urnas y no le da el beneficio de la duda a ningún funcionario, a quien perciban que le ha fallado a sus promesas. 

Tomemos por ejemplo la gobernación. Al llegar al 2020, habremos tenido cinco gobernadores en un lapso de 20 años. Si esto no se trata del poder de un pueblo, entonces desconozco qué lo puede describir.

Voy más lejos. En toda nuestra historia sólo hemos tenido un gobernante, Luis Muñoz Marín, con 16 años de mandato y solo tres han estado dos o tres mandatos. 

De igual forma, se ha renovado la Asamblea Legislativa y podemos decir que son pocos los legisladores tipo Antonio Fas Alzamora que estuvieron 40 años calentando silla en el Capitolio.

No me crea a mí, haga el ejercicio en la página de la Comisión Estatal de Elecciones y se dará cuenta de lo que le digo. 

La ruta para mantener una sana administración es reforzar los entes fiscales como la oficina de la Contralor, Ética Gubernamental y el Departamento de Justicia.

Irónicamente, en el presupuesto discutido recientemente por la llamada Junta de Control Fiscal le mete tijera a varias de estas dependencias.

Eso es fatal. Aquí a quien único se le teme es a los “federicos”. Al ente local, se le percibe como un león mella’o que muerde y no aprieta. 

Así que amigo y amiga que me lee, la fórmula no es mágica y no se trata de limitar éste o aquel puesto. Es la orientación y la fiscalización para evitar las tentaciones. Solo así se le serrucha el palo a los Anaudi o Irvin Riquel de la vida que van buscando tentar a cualquier Papín de la vida.