A solo semanas de unos comicios electorales, en un momento de nuestra historia en la que se nos despojó del poco gobierno propio del que disfrutamos durante poco más de medio siglo, es necesario ponderar qué nos conviene como País, como nación.

Somos un País intervenido.

Hasta ahora, solo sabemos que por alguna razón los Estados Unidos quisieron dejar sentado que somos su colonia y que ellos mandan.

¿Qué propósitos ulteriores hay detrás de esa acción?... lo desconocemos. Por un momento dio la impresión que nos querían empujar hacia la independencia. Hay quienes teorizan que los planes son reforzar la colonia, la que todavía se puede seguir exprimiendo.

Nos imponen una junta colonial para que “enderece” nuestras maltrechas finanzas y  paguemos la deuda; y una ley, Promesa, que si madura como pinta y está escrita va a ser devastadora para la Isla.

El viernes se reúne la junta plenipotenciaria en la Gran Manzana, lo que levanta gran expectación ante el posible anuncio que hagan de quién será nuestro “gobernador”. 

Acá, en el patio, continuamos con el ¡chijí chijá! electoral.

Los electores comienzan a demostrar sus insatisfacciones expresándose a favor de candidatos independientes, que en términos reales, no tienen posibilidades de ganar- en la coyuntura actual- por no contar con una infraestructura y una maquinaria, pero sí pudieran arrancar muchos votos.

Lo que es evidente, es que un sector de la población quiere cambios. Sobre todo el elector joven, que está cansado de los partidos tradicionales y del bipartidismo, que en términos reales, es más de lo mismo.

Hubo una época en que se trataba de establecer una diferencia entre los partidos Nuevo Progresista y el Popular Democrático, más allá de lo ideológico, de que uno persiguiera la estadidad y el otro la colonia y el inmovilismo.

El PPD ha sufrido un desgaste. “Se agotó”, se asegura. Mientras, el sentimiento anexionista sigue en aumento. Es natural. Es parte del proceso de asimilación.

Para muchos, ambos partidos son estadistas. A eso abonó David Bernier con su propuesta de plebiscito.

“Los dos partidos son estadistas. No hay diferencias entre uno y otro. No hacen falta dos partidos estadistas. Deben unirse”, se escucha decir a más de una persona. Esa es la percepción: que el liderazgo popular, en su mayoría, es estadista.

Se plantea que las fuerzas soberanistas de esa colectividad son las que deben seguir adelante, uniéndose a movimientos progresistas que aglutinen al pueblo, para demandar la libre determinación y la soberanía de la Isla.

El juicio federal por corrupción gubernamental deja maltrecha la imagen del  expresidente de la Cámara de Representantes, Jaime Perelló, y la del propio gobernador Alejandro García Padilla asestando un golpe, a su paso, al PPD.

Hay que ver si los esfuerzos titánicos que pudiera hacer Bernier, para rescatar la confianza en ese partido, rendirá frutos.

De corrupción, el PNP, no puede hablar.

En tanto, el pueblo tiene que ponderar si es deseable continuar con el bipartidismo y el continuismo, en un momento en que los Estados Unidos nos retrotrae al pasado más oscuro de nuestra historia colonial.

Los independentistas se enfrentan a sus propios monstruos y disyuntivas. Tienen que determinar  cómo sus ideales mejor se cristalizan. 

El 8 de noviembre, cuando el elector se detenga frente a la maquinita, debiera estar convencido de quién será el candidato o candidata que mejor represente nuestros intereses ante la Junta de Supervisión Fiscal, porque no serán ellos los que van a gobernar. 

Para ¿quién es el chijí chijá? Para la junta que va a gobernar.