A cualquier puertorriqueño le resulta difícil abandonar esta isla hermosa y si lo hace, en muchos casos es porque no encuentra una salida a su asfixiante situación económica.

Lo empujan. Lo obligan. No le dan alternativa.

No hay que ser adivino para anticipar que en muy poco tiempo enfrentaremos otra ola migratoria, en la medida en que entra en vigor la legislación antiobrera aprobada por este Gobierno, que le elimina derechos a los trabajadores, que le quita garras y reduce beneficios.

Veremos el éxodo de jóvenes marchar en duelo llevándose en su equipaje los sueños. 

 “Hay que activar la economía”, repiten como “papagallos”, pero a costa de los vulnerables. “Hay que crear empleos”, les dicen, pero no los adecuados para que se queden.

Mientras a los jóvenes y trabajadores les restringen sus aspiraciones limitándolos a un salario mínimo, imponiéndoles onerosas condiciones de empleos, forzándolos a abandonar su terruño, a los médicos (muy valiosos y preciados por cierto) se les privilegia con exenciones contributivas, para que no se vayan. Para que no nos dejen.

Mientras a los trabajadores y jóvenes los empujan contra la pared pagándole $7.25 la hora y le extienden sus horarios de trabajo hasta el cansancio, porque no hay chavos, en la Legislatura se otorgan contratos millonarios a políticos derrotados y desempleados. Pero son amigos. Son del partido.

Es una cuestión de moral. ¿Cómo se tiene la desfachatez de ofrecer contratos que suman más de $5 millones mientras se le niega condiciones justas de trabajo y el derecho al merecido descanso a los más vulnerables y necesitados? ¿Acaso los contratos otorgados por los presidentes legislativos son necesarios y los servicios por los que se paga, imprescindibles y esenciales? ¿En serio? 

Tal vez, en los momentos de las vacas gordas, cuando todavía los políticos gobernantes tomaban préstamos para cuadrar el presupuesto, endeudándonos hasta las teleras, se podían dar el lujo de esos excesos y compensar los favores políticos y las lealtades. Pero, ¿en tiempos de austeridad?

¿Hay crisis o no hay crisis? ¿Acaso no se está reduciendo el gasto público. ¿Acaso no quieren mandar a los trabajadores y jóvenes a la picota? Pero, es que ¿acaso no está en riesgo en este momento, hasta la pensión de los retirados, la de nuestros ancianos?

No es lo único que sucede en el Capitolio, además de la legislación antiobrera y los contratos y privilegios a los amigos del alma. También se escuchan otras barbaridades como la del legislador que quiere derogar la ley que prohíbe la bolsa plástica y que parece no entender cuál es el fundamento de la ley que persigue la preservación de la vida en el planeta. 

Algún empresario fabricante de bolsas debe estar pululando por esos predios. 

En días recientes circulaba en las redes sociales unas expresiones que hiciera el senador “progresista” Carmelo Ríos, allá para el 2013, que esas sí botaron la pelota por encima de la cerca. 

“No podemos volver a que las mujeres estén aquí (Legislatura), no porque suene machista o suene feminista. Tengo que plantearlo de esa manera. Es una realidad. En nuestro esquema social la mujer está a cargo de la casa y de los hijos”, dijo Ríos, ese fatídico día.

Desconozco si el senador se retractó y aclaró que no quiso decir lo que quiso decir.

Uno de esos enredos que traban la lengua. Busqué y no lo encontré en el récord de la historia. Eso sí, le cayeron chinches y le tiraron con sartenes y cacerolas.

Nada, aquí recordando la Edad de Piedra, mientras se debate si el Gobernador debió coger los $148 millones que “encontró” como si descubriera un tesoro, para pagar intereses de la deuda, que no hacen mella, o si lo guardaba, como hizo su predecesor para encarar verdaderas urgencias y servicios esenciales, para pagar una nómina o atender el grave asunto de las pensiones.

¿Que con ese dinero no se resuelve la crisis? Pues tampoco la deuda.

Tristemente y ojalá no suceda, veremos a nuestros jóvenes marcharse cargados de sueños y tal vez... de incertidumbre y miedo.