Si algo bonito, noble, vertical y valiente ha ocurrido en este País, que habla de fuerza y de voluntad y que  demuestra que cuando los puertorriqueños nos lo proponemos, logramos lo que queremos, fue la manifestación en contra de la asperjación aérea con Naled.

Fue  una unión de voluntades, que como una bola de nieve que arropa  todo a su paso, creció hasta volverse incontenible. Fue un junte de ambientalistas,  agricultores, científicos, trabajadores, estudiantes, religiosos. Fue una sociedad civil vigorosa, que se erigió en escudo de la salud, la moral  y la dignidad de un pueblo,  para decirles a los que pretendían envenenarnos, que no lo permitiríamos.

“Los pilotos llegaron hace una semana y ahora llega el Naled. Esto es una declaración de guerra. No queda otro remedio que tirarnos a la calle a defender lo nuestro: biodiversidad, agricultura, salud… Patria”, expresó Roberto Joglar, un doctor biólogo y especialista en anfibios. 

Ese grito de guerra, fue el mismo que llevó al pueblo a volcarse en las calles y a hacer  desobediencia civil masiva para detener los bombardeos de la Marina de Guerra de Estados Unidos en Vieques. Fue una lucha  entre países desiguales; era David contra Goliat.

Estas dos batallas se relacionan de forma intrínseca con el status, con el hecho de que somos una colonia, que no tenemos poderes soberanos, que estamos bajo el poder plenipotenciario del Congreso de los Estados Unidos, y que nosotros no mandamos. 

Estados Unidos tiene que velar por su reputación a nivel internacional. La presión internacional es nuestro escudo de protección contra los desmadres de la metrópoli, que siempre actúa para su beneficio.

Si los Estados Unidos quiso estrujarnos públicamente en la cara que somos su territorio, es porque así lo quieren y algo quieren.

Si determinaron imponernos una junta de control fiscal, algo quieren.

Aquí en el patio, los partidos políticos siguen con sus campañas electorales apostando a ganar... no sabemos qué.

Sorprende la resistencia del Partido Popular Democrático (PPD) a reconocer el fraude del ELA.

Este fin de semana, al cumplirse los 64 años de su creación, el Gobernador hizo  un acto de prestidigitación sacando de la manga y desempolvando “el ideario autonomista” de Román Baldorioty de Castro.

Viajó 222 años hacia el pasado, en tiempos de la Corona de España. 

Aludió a la lucha autonomista de Luis Muñoz Rivera y la Carta Autonómica de 1897, impulsada por Práxedes Mateo Sagasta.

Los populares encontraron su “nueva” fórmula de status: “el desarrollo autonómico del ELA”, en vez del ELA soberano. 

“La autonomía es el máximo de soberanía que podemos tener en unión permanente” dijo García Padilla.

¿Capici?

“Entendemos que el grado de autonomía que tenemos hoy no es suficiente. Tenemos que alcanzarlo”, dijo el mandatario.

Esto no cuadra… o ¿si cuadra?, con el ELA “no colonial y no territorial”, del que habla el presidente de la colectividad, David Bernier.

Hay mucho enredo de espíritu. 

Nos tiran la cascarita de la autonomía,  a ver quién resbala.