Se acerca el momento de ejercer el voto en unas elecciones a las que dudosamente se acude con ilusión y esperanza, sabiendo de antemano que se votará por un gobernador o gobernadora que no va a gobernar y que solo recibirá instrucciones y órdenes de la Junta de Control Fiscal.

Los defensores de la junta han repetido hasta la náusea que la entidad enderezará nuestras finanzas para recuperar nuestra “competitividad y credibilidad” en el mercado... para seguir cogiendo prestado.

No es cierto. No tenemos dinero, no importa los malabares y decisiones que se tomen en detrimento del pueblo. Colapsa nuestro sistema de salud y se extingue el fondo de retiro de los pensionados.

En las pasadas semanas, escuchamos a los candidatos a la gobernación exponer sus propuestas políticas de cara a la crisis en debates con temas preseleccionados, repitiendo una y otra vez, sin salirse del libreto, las mismas respuestas.

Tras 48 años de bipartidismo, da la impresión que un número significativo de electores romperá los moldes tradicionales apostando por un cambio, apostando en la ruleta, a ver si ganan.

Alexandra Lúgaro y Manuel Cidre, aparentemente, encarnan en esos sectores ese deseo de cambio. Los candidatos independientes arañan los votos de uno y otro lado. Se conoce muy poco de la posición ideológica de ambos candidatos, pues eluden hablar sobre el status. El tema del status ha estado ausente del discurso de los candidatos independientes.

Tampoco fue considerado en los debates que escuchamos, a pesar de que la crisis tiene profundas raíces en la condición colonial. 

En el pasado debate, los candidatos parecieron ignorar que no son ellos los que van a gobernar. Hablaron de lo que se proponen hacer cuando ganen y lo que harán “con la junta”, que si pacatín, que si pacatán con la Junta de Control Fiscal, lo que provocó que la candidata pipiola, María de Lourdes Santiago, les dijera estupefacta, sin perder la sonrisa: “Ustedes están en la luna de Valencia. La junta es una dictadura”.

Hubiese sido interesante y aún lo es, previo a las elecciones, un debate en el que se discutan sus posiciones sobre el status y las alternativas reales para sacar a Puerto Ricos del marasmo colonial existencial.

Escuchar sus posiciones específicas, si alguna, en torno a la descolonización y la libre determinación, sobre la asamblea constituyente, sobre la independencia y sobre la estadidad. 

Sería perder el miedo de hablar sobre los temas, en vez de meter miedo con los temas. Hablándolo con datos. Sustentándolo.

Sería interesante que se discuta la coyuntura histórica a la que nos enfrentamos, desde que los Estados Unidos nos diera el galletazo, a modo de recordatorio de que somos su territorio. 

Sería saludable discutir la propuesta de estadidad y dilucidar cómo económica, cultural y emocionalmente el pueblo y el estado se verían beneficiados o perjudicados. Se debe dar la oportunidad a los independentistas de explicar cómo se viabilizaría la independencia. Discutir sobre el proceso de diálogo y negociación con los Estados Unidos y la indemnización a la que tenemos derecho.

De esa manera se educaría al pueblo y entenderían lo que se les habla, sin falsas verdades ni medias palabras, sin evasiones y propuestas fantasiosas.

Que si pacatín, que si pacatán.