La  expresión “Divide y vencerás”,  se atribuye al dictador y emperador  romano Julio César,  aunque esta máxima también fue empleada por Napoleón y por incontables estrategas, a lo largo de la historia, con el objetivo de crear la división, eliminando así,  cualquier amago de oposición, que  pusiera en riesgo el orden establecido.

“Divide al enemigo y será vencido” es una variante de la frase. 

Si divides al enemigo, lo debilitas. Lo sacas del medio y evitas las alianzas y coaliciones. Esta fue la estrategia utilizada por los romanos, para evitar la sublevación de los pueblos itálicos. 

En el año 338, antes de Jesucristo,  Roma derrotó a su mayor enemigo, la Liga Latina, una confederación de 30 aldeas y tribus  que se aliaron para bloquear la expansión romana.

Para mantenerlos controlados y destruir las alianzas, incorporaron algunas aldeas al imperio, otorgándoles los privilegios de los ciudadanos romanos. A otras, las pusieron a competir entre sí. Las aldeas que les demostraran lealtad, recibirían sus favores. 

La “Inteligencia” de  un imperio, de un país o de un gobierno,  siembra el germen de la división en una organización, en  un partido político,  en un pueblo, para evitar que se unan.

Esta dinámica, se da en un centro de trabajo, en una fábrica, en una oficina,  donde un supervisor infiltra el gusanito de la división entre los empleados; favoreciendo a unos, discriminando a otros, poniéndolos a pelear entre ellos. Así evita que se vuelquen en su contra. 

En este momento, en que se discute el impacto que tendrá la junta de control fiscal sobre Puerto Rico, es muy probable que el gusanito, ya esté infiltrado, para evitar la cohesión y unidad del pueblo, en defensa de sus derechos.

Se escucha a nuestra gente, apoyando  la junta de supervisión fiscal, por razones equivocadas: “Porque sí”, “Porque va a meterle mano a los políticos corruptos”, “Porque nos va a ayudar a resolver nuestros problemas”.

No saben que, con lo que va a acabar esta junta dictatorial, es con sus derechos, sus conquistas como trabajadores, con sus empleos, con su acceso a la salud y a la educación especial. 

No  tienen idea  de que nos va a arropar el hambre y la miseria, si no nos permiten reestructurar nuestra deuda. 

No entienden que el dinero que recauden, a costa del dolor y sacrificio del pueblo, los usarán para el pago de la deuda.

Este gusanito de la división es tan poderoso, que sin darnos cuenta, nos pone a pelear a todos contra todos.

En época de elecciones, el gusanito cobra fuerza. Se trata del  control y el poder. En las actuales circunstancias, no habrá ni lo uno, ni lo otro. Ni  botín que disputarse. 

El movimiento independentista, históricamente, ha sido víctima de esa estrategia divisionista. Sus voces han sido acalladas y encarceladas. 

En 1948,  se aprobó en Puerto Rico la Ley 53, conocida como la Ley de Mordaza,  en medio del proceso de gestación del Estado Libre Asociado. Se desató un clima de represión y persecución contra los de independentistas, muchos de los cuales fueron encarcelados, incluyendo a  don Pedro Albizu Campos.

La Ley 53, declaraba delito grave, entre otras cosas,  el fomentar, abogar, aconsejar y predicar la necesidad, deseabilidad y convivencia de derrocar, paralizar y destruir el Gobierno Insular de Puerto Rico, por medio de la fuerza y de la violencia. 

La ley se derogó en 1956, pero la vigilancia continuó con las carpetas, abriéndosele  expedientes a independentistas, hasta por asistir a una protesta,  enarbolar su bandera,  declamar un poema o cantarle a la patria.

Entre 1848 a 1989, se mantuvieron vigiladas acerca de 133,000 personas, por considerárseles “subversivas”.

No en balde, el PIP, de ser, en 1952, el segundo partido político más grande en Puerto Rico, fue reduciéndose su militancia y su fuerza electoral.

Puede haber muchas razones, para ésto, pero conociendo la historia, nadie puede descartar que el gusanito de la división se infiltró y fraccionó las fuerzas independentistas. 

Al día de hoy, permanecen divididos, lo que les impide articular una oposición férrea.

Ese gusanito, es el que probablemente evita,  que Puerto Rico vaya unido, como un solo pueblo, al Congreso de los Estados Unidos, a reclamar los mecanismos para la solución final de nuestro status colonial. 

“Cuando ustedes se pongan de acuerdo...”, se  nos dice.  Claro, se nos mantiene  divididos.

Hoy, cuando abiertamente se nos humilla y  maltrata, dejándonos ver claramente  quién manda, es  quizás la hora, de dejar a un lado las diferencias, para reclamarle a los Estados Unidos la  descolonización de la Isla, y que sean los puertorriqueños los que determinen su destino.

¡Salve César!