Maricao tiene seis mil y pico de habitantes. Eso es un tercio de las personas que asisten a un concierto en el Choliseo. Sin embargo, Maricao tiene alcaldía, legislatura, Departamento de Obras Públicas, de Finanzas, de Ayuda al Ciudadano, de Manejo de Emergencias, de programas federales, secretaría municipal, de relaciones públicas, un auditor y Policía Municipal, ayudantes, etc. Insostenible, pero así es.

Tiene casi 200 empleados y se limpia un presupuesto anual de $6 millones. San Juan tiene 400,000 habitantes, sobre 6,000 empleados municipales y casi $300 millones en nómina. Tiene policías, escuelas y hasta colegios universitarios. Hasta el otro día, tenía un bufete en Washington que cepillaba $300,000 mensuales haciendo Dios sabe qué. Lo que no sabemos ahora es si tiene alcaldesa, pero eso son otros 20.

En fin, todos esos servicios que he mencionado los ofrece el Gobierno central, pero hemos creado una estructura paralela lenta, burocrática y costosa. En el año fiscal en curso, San Juan va a gastar solo $30 millones en educación y desarrollo económico. ¿Cómo vamos a crecer económicamente si nuestros recursos los gastamos en todo menos lo que crea ese crecimiento?

Ciertamente, los alcaldes conocen mejor y son quienes único pueden ayudar a la compra de medicinas y enseres del hogar a personas pobres cuando el Gobierno central falla. Eso no quiere decir que las estructuras municipales que tenemos hagan falta. En todo caso, que el Gobierno central se ponga para su número. Propondría hacer como en el 1898, cuando Estados Unidos, al llegar, redujo cinco municipios y, luego, en 1902, quitó otros 20, pero ahora la Constitución dice que para hacer eso tiene que la gente votar a favor de quitar su propio pueblo. Sucio difícil.

Y uno quisiera creer en la buena fe de los alcaldes para autorregularse, pero en 2010 se aprobó una buena ley que les permite a alcaldes unirse y evitar duplicidad, pero no han hecho un divino porque ningún alcalde gusta ceder poder. Por ello, me río cuando Perelló dice que va a “regionalizar”, cuando sabemos que los legisladores son rehenes de sus alcaldes.

De hecho, en la misma semana que nos aumentaron $1.8 billones de impuestos, alcaldes viajaron a Argentina y a Nueva York, y el alcalde residente en Dominicana –“Guillito” Rodríguez– se pasó por su Sultana del Oeste el informe de la contralora. Ni hablar del que usaba personal y vehículos municipales para cometer fraude en primarias y el voto encamado.

El libro Metropolitan Revolution muestra lo que están haciendo otras alcaldías del mundo mientras aquí comemos gofio. El alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, lo dijo mejor que nadie: “Yo no voy a atar el futuro de mi ciudad al desmadre que hay en Washington”. Si en La Fortaleza y en el Capitolio no pueden arreglar esto, les toca a ustedes, alcaldes y alcaldesas. ¿En qué rayos gastan tanto dinero, incluyendo el IVU municipal que nos dijeron que era para la basura y es en lo menos que lo han usado y se lo han fumado?

Nuestros alcaldes debieran estar creando incubadoras, centros comprensivos de cáncer, de investigación de diabetes, asma y autismo, laboratorios que generen patentes, derechos de autor y aplicaciones, centros de adiestramiento municipal en escuelas para enseñar talleres a nuestra gente desempleada para que trabaje en energía alternativa, plomería, etc.

No hay excusa para que esto no se haga cuando en esos mismos municipios hay universidades y colegios técnicos que deberían servir para hacer alianzas y evitar los contratos de asesoría cuando la academia y el estudiantado deben hacer eso.

Bien pudiéramos estar haciendo como en Denver, que se lanzó un agresivo programa de transportación y tránsito eficiente, o como en el noreste de Ohio, donde cuatro ciudades se unieron para facilitar la producción y distribución de industria local abarantando costos. O como en New York City, donde se establecieron pactos con sus universidades para atraer investigación y desarrollo en laboratorios de ciencias aplicadas produciendo nuevos bienes y dejando la dependencia de la banca como era antes.

Quiero lanzarles un reto a los alcaldes y alcaldesas: tienen que redirigir sus recursos hacia dos áreas: educación y desarrollo económico. Los municipios tienen que pagar por bibliotecas abiertas todas las tardes en todos los barrios para que los muchachos hagan sus asignaciones y tengan personal disponible para darles tutorías intensivas.

Tienen que enfocarse en crear escuelas municipales especializadas, como Croem, y que quienes entren sea por pruebas de aptitud, no palas. Tienen que redirigir gastos hacia becas universitarias y en los casos donde hay recintos de la UPR, aportar servicios gratuitos a los estudiantes.

Tienen que adquirir guaguas para establecer programas de transportación pública efectivos, integrados con los demás municipios y con los sistemas estatales. Tienen que establecer incubadoras de negocios y equipos de promoción de inversión privada que hagan la labor dentro y fuera de Puerto Rico de ayudar empresas a establecerse en esos municipios.

En vez de hacerles pasar un calvario a las empresas que tratan de obtener permisos municipales, asignarles una promotora que se encargue de gestionar lo necesario para que, cuando lleguen, ya todo esté listo. New York City tiene el doble de los habitantes de la Isla, una economía 15 veces más grande y una sola alcaldía, que es mucho más eficiente que todos ustedes juntos. No me vengan con que 78 alcaldías son necesarias, pero si van a estar, pónganse pa’ su número ya.

Esto no es wishful thinking. Puerto Rico puede cambiar mañana. Lean Metropolitan Revolution y a trabajar.

¡Háganlo, coño!