Dejemos los cuentos y desnudemos el alma de nuestra patria. Todo el mundo sabe lo que hay que hacer para resolver los problemas del país. No hacen falta estudios, trabajos ni investigaciones nuevas. El problema es que políticamente sabemos que quien intente hacer esos ajustes no gana unas elecciones pues si algo hemos demostrado como país es que nadie está en las de dar el paso al frente para sacrificar. Todos y todas velamos nuestras fincas y tenemos la actitud de “después de que a mí no me quiten lo mío, que se chave”, lo cual hará que todos nos chavemos. 

Nuestro país creció económicamente desde 1945 hasta 1974 de forma clara, sostenida y vigorosa. En la década del 1950 el crecimiento fue de 5.9%, en 1960 de 5.3% y en 1970 de 7%. Luego de eso nunca se volvió a esos números y en 1980 fue de 3.3%, en 1990 fue de 2.1% y en 2000 de 2.8%. Sabemos que de 2000 al 2014 hemos tenido decrecimiento.

Fuimos la envidia del mundo hasta los años 70; muchos países vinieron a estudiarnos y copiarnos. Singapur e Irlanda fueron dos de esos países que al igual que nosotros tenían poco territorio y población parecida. De la tasa de desempleo de 10.3% en 1970, entre 1974 al 1980 subió a 17% y la tasa de participación (cantidad de gente que tiene o busca empleo), de 47.9% en 1970 bajó a 43.3% en 1980 y hoy es de 41.3%. 

Éramos un país pequeño, pero con crecimiento sostenido y una emergente clase media, aunque seguíamos en esencia siendo un país pobre. Pero las cosas cambiaron en 1973 cuando ocurre el embargo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Nuestra economía había apostado a las petroquímicas como estrategia de desarrollo económico. Pusimos los huevos en esa canasta y se cayó la canasta. Luego de eso nunca fuimos el mismo país. 

El Gobierno empezó a crear empleos de embuste dentro de sí, aumentando la nómina pública vertiginosamente y dando aumentos y beneficios totalmente al garete por razones estrictamente políticas. De 45,000 empleos en el Gobierno en 1950, se subió a 184,000 en 1980, a 222,000 en 1990 y a 249,000 en el año 2000, llegando a casi 300,000 en 2009, cuando llegó la Ley 7 de despido de empleados públicos. Es decir, mientras el empleo en el país completo, incluyendo empresa privada y gobierno, aumentó de 596,000 en 1950 a 1.06 millones en 2010, equivalente a un incremento de 178%, la cantidad de empleados públicos subió en el mismo periodo en sobre 500%.    

Es decir, como se acabó el que gente de fuera trajera inversiones de capital para aquí y no creamos un empresarismo local, empezamos a meter a la gente a trabajar en el Gobierno, cuando debía ser al revés porque ahora con la tecnología y la automatización no eran necesarios tantos empleos en el aparato gubernamental.  

Si teníamos un problema de dependencia del capital de fuera que nos ponía en grave peligro cuando esas empresas se fueran, lo que acabó de fastidiar la posibilidad de desarrollo local fue cuando en 1975 y 1976 el gobierno federal, con el empuje del entonces gobernador Rafael Hernández Colón a nivel local, trajo un sistema de mantengo y dependencia que fomentó la dependencia y la falta de lucha por el propio desarrollo, tanto de las clases bajas como en los ricos. 

No es casualidad que desde 1975 no hayamos sido los mismos y el país nunca volvió a crecer igual. Ese año llegaron los cupones de alimentos y el año después llegaron las empresas 936. A las clases pobres se les dice que si consiguen empleo y crecimiento les quitan “las ayudas” y por tanto siempre te vas a quedar ahí, sin crecer, porque no vas a ganar lo suficiente como para no necesitar “esas ayudas” y tampoco puedes ahorrar para crear tu capital personal y poco a poco salir a flote. Y si bien hay excepciones, sabemos la norma. 

A las clases altas se les enseñó lo mismo. Que no tenían que invertir su dinero ni tenían que arriesgarlo en sus propias empresas y en investigación y desarrollo. Se les enseñó el otro mantengo, el corporativo. Con esa ley especial y única en el mundo de las 936 empresas extranjeras vendrían aquí para evitar pagar contribuciones estatales y federales, lo cual era un trato único en el globo para esas compañías. Así que los locales cogieron su dinero y no lo pusieron a producir, sino que lo metieron en bonos de Puerto Rico y en fondos mutuos de casas de inversión “a lo fácil”. 

Pero esos bonos y fondos mutuos dependían de que la economía de Puerto Rico creciera. Cuando llegó la realidad de que se acabaron las ayudas para el capital de fuera con la eliminación de las 936, entre 1996 y 2006 chocamos con la pared. Como nunca fomentamos que el capital local sustituyera la inversión extranjera y fomentamos la dependencia y la no producción, todos perdimos. Quienes invirtieron en esos fondos mutuos perdieron billones, la banca se metió en trucos contables y en riesgos y perdió billones y a la vez no cambiamos el modelo de educación a uno de investigación y desarrollo, sino que lo pusimos como un sistema en el que te embotellas algo sin razonar y lo escupes en el examen y ya tienes el bachillerato. Eso nos tiene aquí.

Seamos honestos y honestas: sabemos la solución. Hay que eliminar el mantengo sin nada a cambio que fomente la producción. Hay que dejar de dar incentivos al de afuera y fomentar al de aquí y declarar una emergencia productiva, empujando la producción como meta de país. Hay que poner un impuesto al consumo en el puerto porque simplemente el Impuesto sobre Ventas y Uso (IVU) será imposible de fiscalizar con una economía subterránea billonaria que todo lo mueve en “cash”. Ese impuesto al consumo puede ser como propone el legislador penepé Tony Soto, de 12% en el puerto a todo lo que entra, con créditos en ciertos productos y beneficios a nuestra gente más humilde para evitar la regresividad. Con ello eliminamos el IVU y las planillas de individuos y bajamos las corporativas, logrando fomentar el capital interno. 

Toda la discusión que estamos teniendo en el país sobre la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) y sobre todo lo demás es estéril, secundaria y va por la rama. La razón por la que estamos como estamos la sabemos. Ningún país que fomente el mantengo y no el trabajo duro y la excelencia puede competir en la economía global actual. Hoy que Corea del Sur es el país mejor educado del mundo, según las más recientes pruebas, debemos mirarnos al espejo. Esa gente en 1975 era cuatro veces más pobre que nosotros; hoy nos comen los dulces y por bastante. 

La verdad es que lo único que nos va a sacar de la depresión económica es que entendamos que en el esfuerzo educativo y en el trabajo duro que fomente la producción está el futuro, si es que aspiramos a estar eventualmente mejor. Mientras no entendamos que en el 1975 nos infligieron una herida mortal cuando fomentaron el mantengo para las clases pobres y en el 1976 nos dieron otro golpe más duro, aun cuando fomentaron el mantengo para las clases ricas, estaremos nadando y nadando para morir en la orilla. Esos golpes pueden revertirse y estamos a tiempo, pero se nos acaba y cada vez es más difícil salir. No lo tomen a mal, pero ¿no les molesta ver cómo los demás nos pasan por el lado? No sé… a mí me enca#$%^&*.