En la “primavera árabe” se dio el fenómeno de diversos países entrando en revoluciones y batallas utilizando las calles como palestra, recordando la Plaza de la Bastilla como un neorrenacimiento de la conciencia social. ¿Podría pasar algo análogo en Puerto Rico? ¿Será posible que aquí nos lancemos a las calles y derroquemos un gobierno e incluso en protestas logremos el consenso de país de los cambios que necesitamos? 

The “Arab Spring” encendió su chispa en Tunisia. Egipto le siguió derrocando al presidente dictador. Libia con la ayuda foránea, junto a Yemen, prosiguieron. Casi todo Medio Oriente y el norte de África vivieron ese proceso de choque entre las facciones dominantes y las subyugadas. Siria aún vive una guerra civil en la que los vecinos se asesinan entre sí. La tiranía en Bahrain logró acallar rápido voces disidentes. En fin, la pregunta se sostiene. ¿Puede nuestro país vivir momentos similares de rompimiento con lo que ha sido la partidocracia histórica?  

Nuestra forma de revolución es distinta. He llamado nuestra válvula de escape hace un par de años como “La revolución JetBlue”. Esta no es la primera vez que el boricua emigra como fórmula de alivio. Antes fuimos a trabajar a Hawái, donde miles de puertorriqueños tuvieron el destino laboral. El devastador huracán San Ciriaco en 1899 dejó nuestra agricultura de rodillas y se les ofreció a nuestros jíbaros ir a romperse el lomo en las azucareras norteamericanas ubicadas en Hawái. De 1900 a 1910 se fueron sobre 6,000 boricuas para las distantes islas del Pacífico. 

Tras el azote de los potentes huracanes San Felipe y San Ciprián en 1928 y 1932, respectivamente, que junto a la Gran Depresión de los Estados Unidos llevaron a la miseria extrema a gran parte de la Isla, despertó de nuevo la diáspora. Esta vez la emigración fue más a República Dominicana, la costa este de Estados Unidos y en menor grado para Venezuela y Ecuador. Durante y tras la Segunda Guerra Mundial se daría el número más grande de boricuas migrantes cuando a Nueva York y estados vecinos se iría cerca de una tercera parte de la población local. 

Las condiciones de vida después de 1960 fueron mejorando, por lo que la emigración disminuyó hasta nuestra nueva era. Ahora desde principios de la década pasada comenzó el incremento, llegando al impresionante número de 77,000 personas en un año y promediando 48,000 personas de migración neta promedio en el lustro recién vivido. 

¿Cómo va a ocurrir una revolución análoga a la primavera árabe en Puerto Rico con esa válvula de escape? Nuestra revolución es a través de la emigración. El descontento y coraje lo manifestamos con un pasaje de $200 de ida sin retorno, más allá de visitar la Isla en Navidad o verano. 

Otro factor clave que imposibilita el cambio es que un gran sector del País recibe “ayudas” sociales, por lo que la inmensa mayoría al menos tiene comida, techo y medios de entretenimiento, distanciándonos de las condiciones de los países mencionados y de nuestra propia historia de migraciones previas. 

Esto me lleva a que debemos empezar a ver otras alternativas de revolución pacífica para romper con el paradigma administrativo regente. El surgimiento de Podemos en España, Syriza en Grecia, la victoria del gobernador Jaime Rodríguez “El Bronco” en Nuevo León, México, y otros seis candidatos independientes nos hace pensar que es posible romper con el partidismo tradicional. Como hizo Brasil cuando eligió al Partido de los Trabajadores o México, cuando rompió con el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Todos estos ejemplos modernos y recientes de rupturas dramáticas con el pasado.

Como dijo Samuel Huntington en Political Order in Changing Societies: “La organización es clave en el camino al poder político y es el fundamento de la estabilidad política… En el mundo moderno controla el futuro quien se organice políticamente”. Cómo hacer eso y si los candidatos independientes en Puerto Rico tienen alguna posibilidad lo discutimos pronto.