Cuando vi en Telemundo que el presunto líder de la ganga que aterrorizó la zona de Monte Hatillo y Berwind en estos días es un fugitivo federal y se llama Josué (como yo), me dio tristeza. Recordé cuando Julio Alverio, mi compañero de clases en la Jagual Adentro, fue arrestado. Varios días antes tocaron la puerta de mi vecina en la madrugada buscándolo y se tiraron en el monte al lado de mi casa cerca del Cerro de Nandy, en las parcelas del barrio.  

Julio era un buen chamaco, me consta. Estudiamos juntos desde primer grado. Era gracioso y hasta me hacía chistes cuando venía a vender polvorones de CREA Juvenil. Era muy bueno con las bicicletas y la mecánica. Le metía mano a limpiar patios conmigo desde que teníamos 12 años. Mi mejor amigo en la elemental e intermedia también era tremendo estudiante, pero igual que Julio tocó ese otro mundo. Me reservo su nombre. El de Julio lo publico porque un día amaneció asesinado. 

Mi mejor amigo en la escuela y yo competíamos junto a Mayrita, Joseíto, Emmanuel y Wilma para ver quién terminaba el trabajo de la clase más rápido. Jugábamos en los equipos varsity de baloncesto, sóftbol, voleibol y hasta al ajedrez. Cuando faltaba una maestra nos trepábamos en el “palo de quenepas” del Rabo del Buey, al lado de la escuela. Una vez hasta sorprendimos a una pareja teniendo sexo en el charco El Negro (teníamos 10 años, así que se imaginan el show). 

Hoy día Mayrita es una profesional, Emmanuel es ingeniero, Wilma es agente de la Uniformada y Joseíto tiene bachillerato de la UPR, pero decidió ser barbero tras practicar con mi pelo y el de Emmanuel dándonos pedrás hasta que hoy es el que más billetes ha hecho. ¿Qué pasó con Julito? ¿Por qué otros escogieron otro mundo?

Quizás nunca sepa la respuesta, pero creo que hubo un momento clave en octavo grado cuando faltó una maestra y Denise me acompañó a la tienda de Felipe. Allí fui a comprar cinco paquetitos de semillitas, chips y un refresco. Ahí pasó el bichote del barrio en su carro con las líneas noventosas, más brilla’o que la calva de Héctor Ferrer, con aros chulísimos y escuché a Denise decir: “Yo quiero un novio con un carro así”.

Varios días después le dije a mi papá que quería trabajar y dejar la escuela para poder comprarme un “mil seis” con los foquitos de sapo como aquel. Mi padre me dijo: “Dale, yo te ayudo a conseguir trabajo, pero sin estudios vas a trabajar en construcción ligando cemento”. Mi padre, que nunca se quejó del trabajo duro, me habló claro. Me dijo que a los pobres nos toca el trabajo duro y dijo las palabras más importantes que me han dicho en mi vida: “Tú representas esta familia. A tu abuelo, a los Fonseca. Nuestra familia te necesita para que se sepa que no somos vagos, ni mantenidos. Cuánto quisiera yo escuchar que mi hijo es el Lcdo. Josué Fonseca o el doctor Josué Fonseca. Ese es el sueño de todo padre, Josué”.

Le dije: “Pero papi, yo quiero trabajar allí contigo aunque sea tirando maletas (así le decía a su trabajo en American Airlines) y para eso no tengo que estudiar”. Y papi me dijo: “Tienes que tener al menos cuarto año o vas a trabajar con cemento (solo él sabía cuánto odiaba ligar cemento). Llega al cuarto año y hablamos, pero si vas a trabajar allí que sea en las oficinas haciendo trabajo importante. Que cuando digan por ahí viene el Lcdo. Fonseca se sepa que ese es mi hijo”.

Recuerdo bien ese diálogo. Lo tuvimos montones de veces de camino a San Sebastián desde San Lorenzo, donde mi papá me llevaba los fines de semana pues aunque trabajaba en el aeropuerto, su residencia era allá. Si no fuera por mi padre probablemente yo hubiera terminado buscando el camino fácil también hacia el mundo donde puedes conseguir el carro, prendas, “las tenis” y el look de “jevote”. Cuando eres gordito y feo toda la vida, aún más sientes esa presión de “comprarle a la ‘chica’ cosas bonitas”. De más está decirles que la primera muchacha a la que le regalé flores en la escuela (ella estaba en sexto y yo en quinto -saludos VC-) ni caso me hizo y empezó a salir con un chamaco que ha estado más veces en la cárcel que yo en un “all you can eat buffet”. 

Digo lo anterior porque conozco bien esa presión de querer tener cosas al costo que sea. En gran parte de la Isla tener prendas, celulares, tablets, juegos, carros, blinblineo, ser el más que pelea, representa status. Que el que tiene el cañón más brutal es sinónimo de éxito y de “gatas” (con el tiempo te das cuenta que eso también es embuste, pero a los 13-15 años que c%$#$% sabe uno). Así que claro que puedo entender cuando un chamaco, para demostrar que él es el duro, recurre al método más fácil y de menor esfuerzo para lograr lo que se entiende es el “éxito”. Nadie quiere ser el “loser”. Y claro que cuando eres de Colegio fichu y tienes padres médicos, tíos abogados, tías arquitectas y empresarias no tienes esa visión del mundo, pero cuando tu primo es el bichote, tu papá es el que más brutal hala el gatillo, y que el respeto y las habichuelas llegan a la mesa gracias al malianteo, ¿a qué más vas a aspirar? Hasta ir a la cárcel es un honor porque demostraste que no “eres chota”.  

Pero, por alguna razón en Puerto Rico nos creemos una sociedad de vino y cerveza artesanal cuando somos de ron y pitorro. Con el tiroteo que se formó en Berwind y Monte Hatillo surgió de nuevo ese elitismo que no sabe el país en que vive. Para que veamos la verdadera situación de la Isla solo hace falta ir y ver los datos: 

- Puerto Rico tiene 62% de su población infantil bajo el nivel de pobreza. O sea, nuestro futuro es evidentemente pobre y de malianteo si no avanzamos a cambiar esta inmovilidad social.  

- La tercera industria creadora de actividad económica en la Isla es el narcotráfico. Esta va justo después de la manufactura y el turismo. 

- Si trabajas en la banca, en el mall, o en cualquier lugar de ventas al detal probablemente tu negocio y tu trabajo vive gracias al narcotráfico. Igualmente si eres abogado y/o trabajas en el sistema de justicia del País, en las cárceles o en la Policía.  

- En general, si das servicios en gran medida es porque el narcotráfico en Puerto Rico representa una actividad económica que como mínimo es de $10 mil millones y como mucho es $24 mil millones en el agregado de economía subterránea.  

Claro que tenemos solución y formas de cambiar esto para siempre. Lo importante es que entendamos por qué ocurre el malianteo y se escucha el plaka plaka retumbando. 

Veamos el ejemplo del IBM P-Tech School en la ciudad de Nueva York. Joel Klein, del Departamento de Educación de NYC, llegó a un acuerdo con IBM para crear escuelas que ayudaran a la empresa a conseguir empleados y empleadas en áreas donde no había suficientes técnicos. De ser una escuela productora de delincuentes hoy se ha vuelto un modelo de éxito. Los muchachos se gradúan con dos años de experiencia y van a la calle sabiendo y si son buenos IBM los contrata para sus proyectos. En Texas el TFA Program, luego KIPP en varios estados, han logrado cosas iguales. Estas escuelas han logrado poco a poco cambiar el paradigma y llevar a estudiantes desde la universidad hasta a cursos técnicos y vocacionales.

En Bam Yam de Israel los estudiantes de elemental pusieron jardines, huertos y flores donde antes había edificios abandonados y puntos de drogas. Se reformaron las escuelas para asegurarse de que ese pupitre nunca estuviera vacío (JVV) y hoy es una historia de éxito. Igual es el éxito de Corea del Sur y tantos otros lugares. 

En fin, cuando usted se opone a reformas de educación, se pone a buscar palas para un trabajito en el Gobierno, desvía fondos para el partido, no hace su trabajo para agilizar permisos, para de restaurar al adicto con la medicación y fomenta el narcotráfico con la prohibición, evade contribuciones, cuando usted abusa del trabajador que le mete 50 horas a la semana y aun así no puede pagar una buena renta, pues usted se vuelve cómplice de que el malianteo continúe. Y bueno, claro que uno no piensa en eso hasta un día en que sin saber, de repente, se vuelve víctima “inocente” de un plaka plaka.