Por décadas, construimos casas, llevamos luz, agua y carreteras a zonas remotas creyendo que éramos un país rico. A través de préstamos de organismos federales conseguimos llevar la AEE a todas las esquinas. Cogimos bonos para pavimentar caminos. Creímos el cuento de que los recursos eran ilimitados y seguían prometiendo brea hasta la entrada de tu casa, empleos en el gobierno a todos los “cuates”, escuelas y canchas en todos los barrios y así (cogiendo préstamos y emitiendo bonos) los políticos dieron contratos a sus secuaces hasta alcanzar la deuda que tenemos sin crecimiento económico. 

Mientras nos prestaban dinero, parecía que podíamos. Pero, cualquiera hace cuatro paredes y la llama casa, pero no cualquiera puede mantener un hogar con muebles, enseres, agua, luz, comida, etc. Así le pasó al gobierno. Tuvo el dinero para construir, pero no para mantener. 

Y llegamos a la realidad actual. Montones de personas construyeron donde les dio la gana y allá fue el alcalde y prometió llevarle luz, agua y carretera hasta el patio. En vez de dejarnos llevar por la Junta de Planificación, dejamos que la gente siguiera construyendo a su conveniencia, mientras se imposibilitaba un desarrollo coherente. 

El resultado es que tenemos sobre 200 mil estructuras abandonadas. Tras los cierres de las empresas 936 se fueron 400 compañías. Gente que antes trabajaba en sus pueblos en la zona rural, ha tenido que migrar para las zonas urbanas en busca de empleo. 

Montones de viviendas han sido abandonadas en la zona rural. Igualmente, con el surgimiento del centro comercial, se abandonaron edificios comerciales y de oficina, creando un vacío en los cascos urbanos; y se fue fomentando “suburbia”. Por ello, vemos el fenómeno embudo en los centros comerciales donde ves un enorme “mall”, pero sus alrededores están deprimidos, como Santurce, Río Piedras y Hato Rey. 

En Detroit también surgió este fenómeno. En los años 70, había cerca de 1.6 millones de habitantes allí. Ahora quedan 700 mil. Montones de edificios quedaron como escenas de The Walking Dead. Cuando en 2013 la ciudad solicitó la quiebra, le nombraron un “dictador” para que hiciera todo lo que los políticos no se atrevieron a hacer. Se decidió que había que admitir que no había recursos ilimitados. Determinó que había zonas donde era muy caro llevar luz, agua y servicios del gobierno. Por lo que fomentarían un programa de mudar personas y comenzarían a demoler estructuras en desuso. Y es que no hay dinero para resolver todos los problemas de un lugar que está insolvente; hay que maximizar los pocos recursos. 

Aquí hay que hacer algo similar. Ante la realidad de que la mayor parte de la clase media puso todos sus ahorros en su casa, la pérdida del valor de los bienes inmuebles simplemente destruye la base de inversión. Hay que buscar la forma de detener la caída libre de los valores de las propiedades. La forma más sencilla es mudar personas a viviendas en desuso y demoler aquellas que no tengan utilidad pública.

Una casa abandonada deprecia todo a su alrededor, pero también crea una falsa oferta bajando valores. Por tanto, tenemos que mudar personas a zonas correctamente planificadas e ir tumbando estructuras informales y sin utilidad. Así se pueden concentrar los recursos donde de verdad se puede maximizar su inversión. 

Hay que crear un mercado de colateral “lien market” como en estados de la unión donde si alguien abandona su casa o edificio, un tercero puede comprarlo por el valor de la deuda en un mercado y darle uso. No solo tenemos zonas abandonadas, tenemos un incentivo para ello cuando no se obliga a los dueños de propiedades a mantenerlos y darles un uso eficiente.