Quizás se nos ha olvidado, pero en los noventa tener una tarjeta de plan médico era tan “exclusivo” como tener un carro europeo. Era un lujo y glamour, un asunto que separaba a los pobres de los ricos. 

Lo sé bien, porque mi madre (divorciada de mi padre) no tenía tarjeta de plan médico, mientras que yo sí gracias al trabajo de mi papá. Aunque era un niño, escuchaba cuando llamaban a la gente que tenía plan médico y la trataban diferente que quien iba al CDT sin nada.

Rosselló sabía que los pobres eran tratados como menos en los hospitales. El gobierno era dueño de la inmensa mayoría del aparato de salud. El sistema Arbona, era un gran sistema, pero sub financiado. El presupuesto de salud era de cerca de 500 millones. Hoy día la tarjeta cuesta casi 6 veces más que eso.

Bill Clinton y su esposa Hillary prometieron un sistema de salud federal donde nos tocaría una tonga de dinero adicional.

Alberto Goachet y otros estrategas dijeron que la tarjeta de salud era la estrategia que garantizaría nuevamente la victoria. Después de todo, llegarían un montón de fondos federales para sostenerla o eso se pensaba.

Sin tener el dinero asignado, Rosselló pidió aprobar rápidamente la tarjeta y propuso un plan piloto en Fajardo para comenzar. Casi no había empezado cuando se declaró como un éxito rotundo y se pidió extenderlo a todas las regiones. Comenzaron las voces de advertencia de que eso era un error y que arruinaría al gobierno y a la Isla. El Dr. Enrique Vázquez Quintana hizo los señalamientos y lo sacaron del gabinete. El Dr. Eliezer Curet Cuevas también levantó la voz y terminó fuera del gobierno.

Predicaban que vender los hospitales públicos a precios de bagatela y darle una tarjeta privada a todo el mundo llevaría al país a gastos insostenibles. Pero lo importante era darle la tarjeta a la mayor cantidad de gente posible y así se hizo políticamente. La propuesta de los Clinton colapsó y no llegó nunca el dinero.  

Rosselló siguió repartiendo tarjetas. Y funcionó. En el 1996 Rosselló se convirtió en el primer gobernador del PNP en enterrar al PPD en una humillante derrota.

Si bien el tren urbano, el centro de convenciones y el Choliseo dejan pérdidas multimillonarias anualmente, siempre fue la tarjeta de salud el verdadero tostón. El mayoketchup que hay que echarle a esa tarjeta es tanto, que es el departamento más grande. Gasta más que Educación, más que el Retiro, más que los presos y policías juntos, es tres veces la UPR, es más que todo.

Tanto empujaron la tarjeta bajo Rosselló, que se la dieron a montones de personas que no calificaban. Llegó Sila Calderón y empezó a sacar personas de la tarjeta que tenían ingresos y no calificaban. Rosselló y el PNP barrieron el piso con esa iniciativa de Sila. La semana pasada Ricardo Rosselló sacó 40 mil de la tarjeta por exactamente las mismas razones que antes le criticaron a Sila.

Todos los años desde creada la tarjeta ha operado en un déficit de entre 300 a 500 millones al año. El IVU completo no da para pagar la tarjeta de Rosselló, así de enorme es ese gasto.

Tan irresponsables fuimos en la implementación de la tarjeta, que nunca se impusieron los controles tecnológicos y al día de hoy no tenemos computadorizado el programa por lo que el fraude y el traqueteo de doble facturación está intacto. Bajo Aníbal Acevedo Vilá igualmente se dijo que se iba a instaurar una tarjeta inteligente para automatizar el aparato de salud de Puerto Rico, pero la tarjeta inteligente se quedó bruta y se gastaron 60 millones de dólares en una nueva tarjeta que no funcionó.

Entonces, llegamos al Obamacare. El Congreso aprobó por primera vez en la historia un sistema de acceso a la salud para la gente pobre. Pero a Puerto Rico, colonia al fin, nos dejaron para lo último. Para no tener que meterse en el tostón de la tarjeta de Rosselló y no tener que aumentar los fondos federales recurrentes, Obama nos dio 6 billones que se supone durarán hasta el 2019. Igualito que hacen los padres cuando no quieren bregar con sus hijos y lo que hacen es que le dan chavos y “vete pal cine y no molestes,” los federales tiraron dinero al problema, pero no lo resolvieron.

Ahora estamos en la era del final de esos fondos, porque para acabar de clavarnos, los parámetros federales y la mala administración, hicieron que se gastaran más rápido los chavos. El dinero completo se acaba en marzo, y no acabaron antes porque Trump tiró algo al pote hace unos meses. Para evitar el colapso de la tarjeta de salud, Puerto Rico necesita cerca de un billón anual de fondos federales o la tarjeta solo serviría para echarla de combustible en las calderas de Palo Seco.

Ya Donald Trump dijo que no hay “bailout” para Puerto Rico cuando se intentó conseguir el dinero. De esto era que se hablaba cuando se decía la frase de “crisis humanitaria”. Al menos un millón de boricuas se quedarían sin servicios médicos. Los doctores que quedan en Puerto Rico se verían obligados a emigrar aún más, porque los pacientes no van a tener con qué pagarles alargando aún más los tiempos de espera y las citas por meses.

A la vez, estos fondos federales operan a forma de reembolso. Para que llegue el dinero, tiene que antes Puerto Rico pagarlo y entonces los federales nos lo devuelven. Por lo que, si nosotros no tenemos el dinero primero, los federales no nos dan el “chenchito que nos toca”.

1.5 millones de boricuas están a meses de perder su plan médico, no hay hospitales públicos como antes y el gobierno federal está en manos de un racista que los problemas de los “mexicanos” que viven en Puerto Rico le importan poco. El propio gobierno de Ricardo Rosselló estima que se irían 300 mil boricuas en par de meses de esto llegar a ocurrir y a largo plazo muchos más en masa. Gente cuya vida depende literalmente de la tarjeta y se quedarían sin servicios médicos. Así de enorme es el asunto.

Ante eso, el ahora gobernador Ricardo Rosselló se ideó algo genial. Convocó a todo el mundo a ir a Washington y ayudar a conseguir los fondos de salud para resolver el problemón que dejó su padre.

Para no cargar con la culpa de destruir lo que su padre creó, ahora todo el comité tiene a todos los políticos y líderes sociales allí (menos el PIP y Thomas Rivera Schatz que es más astuto en la política que las hormigas para conseguir dulces) para ir a Washington en una voz.

Allí Rosselló hijo se aseguró de que nadie lo pueda criticar cuando explote el problema y que todos tengamos que apoyar lo que sea para evitar el dantesco escenario. Y así Rosselló hijo no tiene que pagar por desmantelar lo que su padre desde un principio empujó demasiado mal.    

Y es que, nunca fuimos un país rico y para los políticos seguir en el poder nos endilgaron cuanto préstamo y fábulas de obras imposibles de mantener y cuando llegó el momento de pagar las consecuencias se inventan comités para que nunca sea su culpa cuando el tostón se quede sin  mayoketchup.