Cuando se habla de aventuras extremas a la mente llega la imagen de una persona joven, musculosa y con vasta experiencia deportiva… pero  hay ocasiones en que las percepciones pueden estar equivocadas. 

Y para muestra, basta conocer a una tierna y simpática anciana de 89 años a la que le sobran energías para disfrutar sus ratos libres realizando pasatiempos que para muchos pudieran resultar inimaginables.

Salto en paracaídas, viaje en el aire en un hang gliding, cruces de montaña a montaña en ziplines y travesías en el mar mediante un parasailing, son solo algunas de las arriesgadas hazañas realizadas por esta adorable viejita.

Su nombre es Abigaíl Figueroa Quiñones y nació el 24 de agosto de 1926 en Luquillo, el pueblo que la vio crecer y en donde la conocen como Biga. 

Ella tiene una personalidad envidiable. Es toda sonrisas y de cualquier evento saca un chiste. 

“Nena, es que hay que pasar la vida siempre alegre porque después uno se muere y de qué vale”, suelta de forma espontánea.

Y en su caso, además de alegría le añade a sus días adrenalina. 

“Es que me gustan esas cosas extremas y estrambóticas… por eso hago todas esas cosas que para muchos pueden ser locuras, pero para mí son cositas para pasarla bien”, expresa quien tiene como cómplice de todas sus ocurrencias a su hija Gladys Pacheco, quien tiene documentado con fotos y algunos vídeos todas sus travesías.

Dice que entre las cosas que más disfruta se destaca visitar el parque ecoturístico Toro Verde en Orocovis, donde se realizan deportes extremos en contacto directo con la naturaleza. De hecho, allí celebró hace un mes su cumpleaños junto a familiares y amigos.

Lanzarse de montaña a montaña mediante  un cable de metal y amarrada a un arnés  es lo más que le gusta. Le da cosquillitas en la barriga, cuenta en tono de chiquilla traviesa.

“Y también me he tirado varias veces de La Bestia”, agrega orgullosa sobre la mayor atracción del lugar, con 853 pies de altura, lo que da la sensación de que la persona vuela durante un recorrido de 4,745 pies de longitud.

Es una viejita tan osada que le gusta  desafiar las alturas y “sentirse como flotando en las nubes”,  por lo que  hace tres años se lanzó de un paracaídas.

Además, durante este verano disfrutó a través de Aventuras Borincanas de un viaje sobre el paisaje de Barceloneta en hang gliding, una especie de chiringa gigantesca conocida como “ala delta” que se eleva a sobre 2,500 pies de altura.

“Tengo que confesar algo. Cuando me tiré en paracaídas dije: ‘jum, por aquí me voy yo, me chavé’. Y cuando llegué pensé: ‘Mi marido diría que estoy loca si estuviera vivo’. Pero todo estuvo muy bien”, expresó Biga, quien tuvo dos hijos -uno falleció- y enviudó hace varios años.

Pero además de las hazañas peligrosas, también le apasionan otras actividades un poco más relajadas como lo son montar a caballo, correr go-karts y nadar con delfines.

“Lo de los delfines lo hago cuando viajo a Orlando... por allá también aprovecho y me monto en las montañas rusas de los parques de diversiones”, asegura.

Viajar el mundo también forma parte de su catálogo de vida: Egipto, Jerusalén, España y algunos países de Sudamérica son algunos de los destinos que recuerda con cariño.

“Me encantó Jerusalén. Y en Egipto me monté en un camello”, rememoró.

Aunque ha cumplido casi todos sus anhelos aventureros, hay una asignatura pendiente: quiere surfear.

“Eso es lo único que me falta. Quiero aprender a surfear. A ver si lo logro”, dijo entusiasmada.

¿Y los médicos qué te dicen cuando les cuentas todo lo que haces?

“Los médicos me autorizan. El otro día uno le dijo a mi hija: ‘No me la traigas hasta dentro de un año porque con clientes como ella cierro la oficina’”.

Y es que Biga dice estar “como coco”.  La clave es ejercitarse, comer bien y “no beber ron”.

A la medida que puede la  octogenaria va a caminar por la playa. Además, le fascina bailar.

“En cuanto a música me encanta la bohemia. Y si es baile, de todo. Merengue y hasta reguetón si me lo ponen”, dice.

Al cuestionarle si hay algo que jamás haría, respondió automáticamente: “Nunca me haría un tatuaje”.

“Me he puesto de esos de embuste... pero no me gustan. Mejor ponme a brincar o subir un poste”, expresó.

Aunque parece increíble, hay una sola cosa que le causa miedo a Biga.

“Le tengo terror a las cucarachas. Veo  una y salgo corriendo o le tiro con lo primero que tenga en la mano”, dijo riéndose.