A medida que avanza la temporada de anidaje de tinglares en Puerto Rico, decenas de organizaciones ambientalistas hacen lo posible para que las playas estén listas para el regreso anual de los milenarios visitantes.

Sin embargo, los esfuerzos de estas entidades no solo se concentran en los rutinarios recogidos de basura y  conservación de nidos, sino también en el reclutamiento de jóvenes para que eventualmente se encarguen de continuar con los avances en su protección y terminen de sacar a los tinglares de la lista de especies amenazadas.

"A todos los niños de los grupos tortugueros les debemos que esta especie pueda salir de la clasificación de especies en peligro de extinción", sostuvo Debbie Feliciano, colíder del grupo 7Quillas, que se dedica a velar por los tinglares en las de playa de Ocean Park y El Condado en San Juan.

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Los tinglares han estado en las listas de especies en peligro de extinción de diversas organizaciones internacionales desde la década de 1970.

Desde entonces, varias entidades en Puerto Rico se insertaron en los movimientos que surgieron en varios países para ayudar en la conservación de la tortuga marina más grande del mundo, amenazada principalmente por su explotación de parte de los seres humanos y la eliminación de sus lugares de anidaje debido a la acelerada construcción de estructuras en las costas.

Décadas de orientaciones, educación y luchas lograron que a finales del 2013 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) moviera a los tinglares de la categoría de "peligro de extinción" a "vulnerable".

"Se ha pasado de una clasificación terrible a una menos terrible", señaló Feliciano. 

"Estamos lejos, pero estamos haciendo muchos avances", agregó.

De manera que no es casualidad que organizaciones en Puerto Rico estén dedicando esfuerzos a levantar nuevas generaciones de protectores de tinglares.

"La idea de formar todos estos grupos es que jóvenes se vayan uniendo, porque ellos nos van a sustituir eventualmente", dijo Feliciano.

Feliciano destacó, por ejemplo, el reclutamiento de niños y jóvenes como Pedro Rodríguez, quien lleva tres de sus 14 años de vida colaborando con 7Quillas en playas de San Juan para cuidar los nidos de tinglares.

Su madre, Carolina Boccalato, expresa con orgullo el interés que despertó en su hijo y los obliga a levantarse de madrugada para ir a los nidos de tortuga.

"Pedro hace una labor que a mí me parece increíble y necesario", manifestó Boccalato. "Es un modelo para los amigos y compañeros y la comunidad", agregó.

Cuando vio por primera vez un tinglar, Pedro apenas tenía 11 años, así que aquella tortuga de seis pies era más grande que él.

Su fascinación le ha motivado a colaborar en varias facetas, como protegiendo a las tinglares cuando llegan a las playas a anidar, tratando que la gente no se le acerque ni tomen fotos con flash y que no les molesten la iluminación de edificios. También aprovechan para medir y marcar las tortugas para fines de rastreo. Luego cuidan los nidos hasta que salen las pequeñas turtugas y se van al mar.

"Aquí puedo vivir frente a la playa y puedo ver estos tinglares y otras tortugas, toda esta vida marina llegando a la puerta de mi casa, pues aproveché y ahora soy parte del grupo, y hago todo lo posible para salvarlas y que lleguen al mar sanas y salvas", expresó Pedro.

7Quillas lleva a jóvenes como Pedro a conocer más sobre esta labor en la playa de Dorado, donde la organización Chelonia se dedica a educar sobre la consevación de los tinglares y regularmente recibe grupos de escuelas y diversas entidades.

De esta experiencia también se benefició la joven cayeyana Claudia Rentas Ortiz, quien luego fundó Tinglamigos, una organización de niños que cuidan el medioambiente y los tinglares.

"La idea es que vengan cuando estamos atendiendo los nidos, para educar, para que jóvenes como Claudia, Pedro y otros jóvenes que nos representan en grupos tortugueros se hagan cargo y se interesen, y hagan un poco más que ver una tortuga anidando", dijo Feliciano.

"Nosotros trabajabamos, pero nos estamos poniendo viejitos y caminar la playa se nos hace un poco más difícil", afirmó la activista ambiental develando una sonrisa.