Al recorrer la avenida Juan Ponce de León en dirección de Río Piedras a Santurce te encontrarás con la famosa Milla de Oro, lugar donde los edificios son más alto de lo común y las viviendas lujosas abundan. 

En contraste, detrás de todas esas riquezas hay un espacio del cual muchos ni se han enterado de su existencia, pese a que le pasan por el lado cuando transitan por el área.

Es un mundo de casas de madera sin terminar de construir rodeadas de escombros en las entradas. No existen lujos, el paisaje es gris y las paredes están marcadas con un marrón turbio a un nivel que llega hasta las rodillas. Las manchas son indicativo de todas las veces que se ha inundado la zona.

La crisis todavía sigue, aunque las sonrisas nunca escampan. Sí, estamos en las comunidades del caño Martín Peña localizado en Santurce y Río Piedras. 

Son 25,000 los residentes quienes viven en las ocho comunidades que comprenden el área, según el Censo de 2010, sin contar la gran cantidad de inmigrantes de la República Dominicana que allí se refugian y trabajan. 

La mayoría habita en condiciones paupérrimas en pleno corazón de la capital acentuando así la desigualdad social de la zona.

Para los residentes que viven aledaños al cuerpo de agua que conecta la laguna San José con la bahía de San Juan, las gotas de lluvias significan el comienzo de una posible odisea por salvar sus familias y sus bienes.

En muchas ocasiones las inundaciones los han tomado por sorpresa mientras duermen y sueñan qué sería de sus vidas si de una vez se atendiera el dragado del caño. 

El agua que recorre por el suelo de sus hogares, por las camas de sus hijos y calles adyacentes está contaminada con coliformes fecales, bacterias que se encuentran en el estómago de los mamíferos y en la mayoría de los inodoros de todo el mundo. Esto provoca que haya una alta incidencia de enfermedades gastrointestinales, de la piel y asma, esta última específicamente prevalece en la población pediátrica. 

Según la directora ejecutiva del Proyecto Enlace, Lyvia Rodríguez, hay una correlación directa entre el contacto con el agua y dichas enfermedades que se reportan en el área. 

“Se ha probado que vivir cerca del caño es una de las razones por las cuales la tasa de asma en la población pediátrica es tan alta”, mencionó Rodríguez.

 

De hecho, varias universidades locales e internacionales han realizado estudios que confirman la presencia de estas bacterias en el agua que interactúa directamente con la piel de los que allí residen. 

El dilema no tan solo recae en el taponamiento del cuerpo de agua, ya que todavía quedan sectores significativos de la comunidad que no cuentan con alcantarillado sanitario ni pozos sépticos. 

“Muchas de las aguas no solamente vienen del caño. También el agua sale del sistema pluvial, uno que está obsoleto. Visitamos casas en donde a la gente se le inundaba desde los mismos inodoros y las duchas”, explicó Estrella Santiago Pérez, coordinadora ambiental de la Corporación del Proyecto Enlace.  

Lluvias despiertan sus peores pesadillas

El evento de lluvia más reciente que afectó a la comunidad fue hace dos meses cuando empezó a llover a las 1:00 a.m. y a las 3:00 a.m. ya estaban inundadas todas las calles. 

Durante esas lluvias se inundaron comunidades que por unos 20 años no habían pasado por la tragedia de ver cómo todo lo que han construido con su esfuerzo se ahogaba en agua sucia con rastros de excremento humano. 

Al otro día de esos sucesos, la gente pierde días de trabajo, los niños no pueden ir a las escuelas y la gente, aunque abrumada por el problema que por más de 50 años los ha perseguido, arrancan al otro día con más ganas de tener una mejor calidad de vida, una digna del siglo XXI. 

Antes de que el municipio le diera mantenimiento al poco alcantarillado que existe, las inundaciones se estaban demorando entre 10 y 14 días en bajar. 

“Imagínate tú tener en tu casa agua contaminada hasta la cintura con todo lo que te puedas imaginar adentro por dos semanas”, manifestó la directora del proyecto. 

“Hay un problema de salud pública que afecta a un número significativo de personas y al que no le podemos seguir dando la espalda como país”, añadió Rodríguez. 

Aunque las condiciones no son las más apropiadas para vivir, la mayoría de los residentes no se quiere ir, pues es en donde se encuentran las memorias de sus padres que ya no están, los recuerdos de sus infancias y una identidad que han forjado desde la década de los 30. 

Las comunidades del caño Martín Peña aún aguardan por una mejor calidad de vida.