COROZAL – Sumergidos en el olvido luego de casi morir ahogados dicen sentirse decenas de familias del barrio Palmarejo, cuya única ruta de acceso a sus viviendas está colapsando poco a poco y amenaza con dejarlos incomunicados.

Como si no hubiese sido suficiente haber sobrevivido de manera milagrosa la impresionante inundación sin precedentes que dejó muchas de sus casas bajo agua en septiembre pasado, unas 70 familias de la urbanización Los Guardias y sus alrededores tienen que vivir con la zozobra del derrumbe de la carretera de entrada.

Ante tal situación, que se suma a la agonía de la falta de energía eléctrica, la devastada comunidad protestó ayer a la de entrada de la urbanización. “Sin luz, derrumbe peligroso”, “Se pasan la papa caliente”, “Sr. alcalde ayúdenos, zona olvidada”, leían algunos de los letreros de los manifestantes que estaban parados a un lado de la ruta de entrada, cuyo borde continúa cayendo hacía el río Mavilla.

Desde el embate del huracán María, con la crecida del río se cayó parte del muro que servía de soporte a los cimientos de la estrecha carretera. Ahora, apenas un vehículo cabe y si es grande incluso tiene que subirse al borde opuesto al derrumbe.

“Es muy preocupante. La carretera de entrada se está cayendo. Es la única entrada y salida al sector, y se sigue erosionando. Ayer (anteayer) con las lluvias, se cayeron más pedazos”, denunció Jessica Ocasio, señalando fragmentos del pavimento que lucían recién desprendidos de la carretera.

En la otra rivera, sigue creciendo un monte de bambú rodeado de troncos caídos, que según los vecinos fue parte de lo ocasionó la inundación pues los troncos se acumularon frente a un estrecho puente y allí formaron un dique que terminó creando una represa en el área. Esa situación, tampoco se ha atendido, a pesar de los reclamos.

De acuerdo con Ocasio, no solo perdieron todo en la crecida y están gastando gran parte de lo poco que les queda en combustible para generadores, sino que las autoridades parecen haber hecho bien poco caso a su situación.

“Hemos ido a las autoridades y nada. Es como si estuvieran de brazos caídos. El alcalde solo hizo unos trabajos de tierra en los patios de las casas, y eso fue todo. Y llegó después que nosotros mismos hicimos todo”, reclamó Ocasio. “Estuvimos tres meses sin recogido de basura, que teníamos que sacarla nosotros mismos. La limpieza de escombros, cada residente tuvo que pagar para poder botarlos, y lo perdimos todos. Aquí había un reguero de ratas enormes”.

Con las autoridades federales no les ha ido mucho mejor. Representantes de la Agencia Federal de Manejo de Emergencia (FEMA) llegaron al lugar y declararon zona de desastre e inundable. Desde entonces dos veces citaron a los residentes y no llegaron, y apenas han aprobado algún alivio para algunos casos.

“FEMA solo aprobó $300 y a algunas personas”, dijo con evidente decepción María Ortiz, en cuya casa se quedaron “más de 20 refugiados”, luego que su esposo saliera en medio de la tormenta a ayudar a rescatar vecinos colina abajo.

“El alcalde vino, después que se limpió todo y después que salió un reportaje de unas casas cerca que estaban en peligro. Pero eso fue como dos meses después. En ese tiempo aquí no apareció nadie, ni alcalde, ni FEMA”, denunció Ramona Negrón, quien añadió que cuando finalmente apareció, el alcalde mencionó “y que tenía un plan para ampliar la entrada y poner un muro de cemento”.

“Un día avisaron que nos quedáramos que viene FEMA, y perdimos el día de trabajo y no vino nadie. Otro día nos citaron a la cancha, y estaba lleno, y tampoco vino FEMA. Y uno se decía, ‘pero que charlatanería, uno tratando de salir adelante y le hacen esto’”, condenó Juan Pachecho. “Aquí la ayuda la dieron los vecinos, la comunidad, los de allá arriba y los del otro lado (del río). El muchacho de allá arriba, Peque (Kelvin Berríos), salvó como a cinco personas, y todo sin saber nadar”.

“Ahí llegó una carta (de FEMA) con $300, y que si quiere que apele. O sea, yo estoy sobreviviendo gracias a mi patrono que me dio dinero para resolver”, insistió Pacheco.

Negrón y Pachecho fueron de los más afectados, cuyas casas quedaron bajo agua. Además de sus pertenencias, Negrón recuerda que perdieron “dos cotorras, cuatro lovebirds, cuatro periquitos y un perro. Una perra se pudo salvar. No sabemos cómo logro nadar y salvarse. Ahora está en casa de mi hija, pero cuando llueve tiene terror. Se pone a llorar en una esquina”.

Pachecho estaba en la casa al momento de la crecida y termino en el techo en medio de la tormenta. “El golpe de agua fue cosa de segundos. En menos de cinco minutos el agua me llegaba al cuello. Me trepé al techo y así me salvé. Estaba sin camisa y la lluvia era como alfileres en mi espalda… Es un milagro que aquí no murió nadie”.

En la casa vecina, donde todavía no han podido terminar de limpiar, las paredes aún exhiben la marca de hasta dónde llegó el agua, casi a la altura del techo, a unos siete pies. Más abajo, otra marca indica hasta dónde llegó el lodo, a unos tres pies. “Aquí ni se podía caminar con esos tres pies de lodo. Todo se perdió. Lo que no salió solo flotando, lo sacamos después. No hubo oportunidad, no se pudo salvar nada”, comentó Joel Mediavilla.

Felipe Serrano, quien vive en la urbanización hace 41 años, recordó allí “nunca había ocurrido una inundación así”. Contó que además del tapón de árboles y ramas en el puente, se derrumbó una ladera y provocó que el río cambiara su curso.

Ayer, como el resto de sus vecinos, Serrano expresó su preocupación por la carretera de entrada. “Se va a seguir derrumbando hasta que nos quedemos sin camino aquí adentro. Nos vamos a quedar encerraítos. Y sigue la situación de las bambúas que hace un dique ahí, y sigue lloviendo todos los días”.

Este diario intentó contactar al alcalde Sergio Torres para que abordara la situación de la comunidad, pero no tuvo respuesta.