Juana Díaz. “El cielo es el límite y yo soy una estrella”.

Esas palabras salieron de los labios de Ana Báez Rodríguez, una mujer que hace cinco años vivía la angustia en una relación de maltrato de la que, como tantas otras mujeres, pensó que jamás escaparía. Pero un día se armó de valor y amor a ella misma y decidió romper con las barreras para poder salir hacia adelante por el bienestar y felicidad de ella y de sus dos hijos.

Aunque los momentos tristes que enfrentó con su ex esposo ya no ocupan espacio en su memoria, las experiencias que vivió, y de las que ahora puede hablar con aplomo, la moldearon para ser la mujer que es hoy, confiada en sí misma y decidida a cumplir sus metas.

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“No ha sido fácil, pero siempre tengo un angelito que me guía, y a mis hijos que son mis motores”, comentó la mujer de 44 años.

Recordó que tras una larga batalla en la que reinaron los celos obsesivos y el maltrato psicológico, y tras superar los problemas legales de una separación, finalmente pudo sentirse libre.

Como suele ocurrir en muchos divorcios, Ana tuvo que luchar contra sus sentimientos, su vacío emocional y, al mismo tiempo, ayudar a sus hijos a entender su nueva vida.

“Gracias al programa Matria y a las terapias de la Escuela de Medicina de Ponce pude aumentar mi autoestima”, dijo Báez Rodríguez, quien aseguró que eso fue lo que más trabajo le costó.

Y, sin duda, fácil no pudo haber sido.

Sufrió los maltratos de su esposo, un policía, desde el segundo año de casada.

Él le decía que era gorda, no la dejaba hablar con nadie y la vigilaba a dondequiera que ella iba. Le insinuaba que la engañaba y fue capaz de revisarle la ropa interior.

Pero eso quedó atrás.

Mientras se recuperaba de las heridas emocionales que sufrió por 15 años, realizó estudios en fotografía en los Centros Sor Isolina Ferré, donde también le dieron herramientas para superar sus miedos y emprender una nueva vida como mujer trabajadora.

Posteriormente tomó cursos de pequeños negocios y a través de propuestas logró establecer  "Motivos Lumara", una empresa especializada en impresos con láser en diversos materiales y la que le ha dado el sustento para su familia.

Su oficina es en su propio hogar, donde trabaja tranquilamente, aunque asegura que ya el espacio se le empezó a hacer pequeño.

“La demanda de productos está creciendo y ya necesito un espacio más grande”, anticipó Báez, quien también trabaja a tiempo parcial en la oficina de la escuela Máximo Donoso Sánchez, de Juana Díaz.

Establecer su pequeña empresa no le ha resultado fácil y está segura de que muchas veces sus propuestas fueron rechazadas por ser mujer, pero eso no le impidió continuar con sus sueños.

“Cuando una puerta se cierra, otras se abren, solo debemos orientarnos y buscar ayuda”, expresó Ana, quien hace un año completó un bachillerato en gerencia.

Y, según ella ha recibido el favor de algunas entidades, eso mismo quisiera hacer por otras personas. Actualmente ayuda a otras mujeres víctimas de violencia de género y quisiera hacer algo por las personas con espina bífida oculta y escoliosis, condición que padece su hija de 16 años.

“Mis sueños y metas futuros son tener un complejo turístico donde los empleados sean personas con limitaciones leves”, señaló.

Como sobreviviente de violencia de género, Ana exhortó a las mujeres que viven una situación familiar a que rompan las barreras del maltrato, venzan el miedo y la impotencia y luchen por ellas y sus hijos e hijas.

“Que no se detengan ante nada y sean ejemplos de superación para sus hijos”, insistió.