Añasco.- Hace más de 25 años que recorre en triciclo las carreteras 115 y 409, desde el barrio Playa hasta el cementerio municipal de Añasco.

Todas las mañanas, se pone su sombrero y sale montado en su vehículo de tres ruedas, adornado con coloridas cintas y otros aditamentos que llaman la atención de cualquiera que lo ve en la calle. Si usted ha pasado por Añasco, probablemente se ha encontrado con Paul.

Su nombre de pila es Paul Francisco Ramos Tosado, de algunos 70 años de edad, quien a diario se le ve en medio de la carretera pedaleando con paciencia y sin inmutarse con el paso de los carros. Hasta los turistas lo detienen para tomarle fotos. Él con candidez disminuye el paso y sonríe con gracia para la posteridad.

Pero ¿qué hay detrás de este enigmático personaje añasqueño?  Paul se dedica a recolectar latas de aluminio y botellas de cristal “para dárselas a los que reciclan”.

Un día promedio suyo, comienza a eso de las 5:00 am. Sale el sol y se monta en el triciclo a pedalear y pedalear. “Yo salgo temprano y me voy por ahí hasta el cementerio. Yo no hago nada malo, solo correr y la gente me mira a veces raro. Mi hermano vive en el pueblo y allá como (se alimenta). A veces hablo con la gente y luego me regreso a casa por la tarde noche. Y así paso el día”, manifestó.

“La última vez que me pararon, fue una mujer rubia que vino en un carro amarillo y me preguntó –¿le puedo tomar una foto? –Yo le dije que si, la tomó y se fue feliz”, relató.

Paul vive solo, en una humilde casita hecha con bloques de cemento y zinc, montada en pilares al lado del balneario Tres Hermanos. Dice que su única compañía es un gato que alimenta con comida que trae del pueblo. Destacó que su hermano Jesús, lo ha ayudado a mantenerse por años, desde que se divorció, un tiempo  después de haberse casado en el 1966. Todavía recuerda esa fecha y a su ex esposa que se fue a vivir a Estados Unidos.

Su apariencia captura la atención de muchos, pues cubre su abultada y larga cabellera canosa con un sombrero para taparse del sol y lleva puestas usadas ropas. En sus dedos carga con étnicas sortijas y en el cuello lleva puesta una cadena plateada de eslabones grandes. En su rostro, una sonrisa.

El triciclo también tiene personalidad propia.

Una tablilla improvisada que dice Ford y diversas cintas en colores “para darle un poco de fiesta” -según dice- se suman a otros cables (también en colores) para amarrar un espejo retrovisor relativamente grande atado al manubrio, para ver los carros venir.

Un gigantesco canasto en metal también cuelga del manubrio y otro aún más grande, se sostiene de la parte posterior del asiento. En ellos carga de todo; latas, botellas, bolsas, ropa, entre otras cosas. Como puede llegar la noche y cogerle la oscuridad en la calle, Paul se las ingenió para colocarle también reflectores al triciclo.

“Nunca he tenido problemas con los carros”, asegura. Sin embargo, algunos conductores dicen tener que reducir ágilmente la velocidad al encontrarse con Paul en la carretera, pues se apodera del carril “sin piedad”.