La conoció hace más de una década a través de unas amistades y de inmediato quedó flechado. “Es el amor de mi vida”, dice Jonathan Sosa al hablar sobre su esposa Bethmalice Nazario, una joven de 29 años a la que ha visto sufrir en los últimos dos años y medio a causa de un cáncer en el cerebro que amenaza seriamente su vida y los sueños que, como pareja, apenas comenzaban a forjar.

El enemigo en esta historia de amor se llama gliobastoma, un tumor que sorprendió a Bethmalice en el momento más pleno de su juventud, justo cuando estaba a punto de culminar estudios en enfermería.

Unos fuertes dolores de cabeza, desbalances y mareos fueron el indicio de la pesadilla. “Hasta que un día yo me estaba preparando para ir a trabajar y la veo en la cama convulsando…convulsionó cuatro veces corrida”, rememora Jonathan quien corrió de inmediato a un hospital donde, días más tardes, les dieron el diagnóstico.

De ahí en adelante comenzaron los retos que Bethmalice -una mujer llena de energías-  dispuesta a combatir porque quiere vivir.

Fue entonces que la muchacha – residente en la urbanización Alturas del mar (Jobos), en Isabela- se sometió a una primera cirugía en la que le removieron los tumores malignos.

“Todo estuvo muy bien durante dos años. No tuvo recaídas y se recuperaba súper bien”, cuenta Jonathan.

Pero hace seis meses, el enemigo volvió. “El médico decidió operarla por segunda ocasión y todo salió bien. Ella salió hablando y todo”,  agrega.

Los meses transcurrieron y, cuando la familia pensaba que la prueba estaba superada un nuevo diagnóstico los sacudió: el cáncer regresó por tercera ocasión y esta vez de forma agresiva.

“Todo pasó después del huracán María… ella empezó a sentirse mal. Me decía que le dolían mucho las piernas y que las quimios la estaban incomodando. Ahí fue que supimos que había regresado. Pero esta vez el médico nos dijo que no tenía más medicamentos para darle. Que ya le había dado todo lo que la ciencia tenía a su alcance y que no podía darle ningún otro tratamiento porque podría hacerle un daño peor”, relata con nostalgia.

Jonathan tuvo que dejar su trabajo como ayudante de un perito electricista para atender a su esposa, quien en las pasadas semanas presentó un deterioro progresivo que la mantiene postrada.

“Ya no es la misma. Está inmóvil de su parte derecha del cuerpo… no me habla”, expresa con tristeza sobre la situación actual de Bethmalice, quien está utilizando una silla de ruedas y andador prestado, ante los imprevistos gastos económicos surgidos con la enfermedad. El escenario se agrava pues, en su comunidad aún no se ha restablecido el servicio de energía eléctrica y dependen de un generador eléctrico que, también le fue prestado por unos días por un buen samaritano.

En medio del diagnóstico de metástasis, el muchacho está indagando si hay otras opciones de tratamiento en Estados Unidos. “Por lo menos, que la evalúe otro médico”, dice.

Si usted quiere ayudar a Jonathan y Bethmalice puede realizar un donativo por ATH Móvil accediendo a Pay a Business. El código es BelyProFondo. También puede donar a través del  Banco Popular en la cuenta  #082641838.