Con los ojos aguados y la voz entrecortada, el bombero Jorge Resto Guzmán recordó la escena del viernes pasado en Caguas, en la que falleció calcinada una pequeña de 9 años, Keishly Ortiz Figueroa, en un accidente de tránsito.

“Hice todo lo que pude. No di el 100%, di el 150% y no se pudo. Uno se desiluciona porque el éxito de un bombero y de un rescatista es rescatar vidas y no recuperar cadáveres, pero allí había que recuperar uno”, dijo conmovido.

Resto Guzmán es un bombero voluntario. Su pasión es salvar vidas y su debilidad, admitió, es ver la de un niño en riesgo. 

Trabajó durante 14 años en el Cuerpo de Bomberos de la ciudad de Detroit en Michigan, y en octubre cumple cuatro años de haberse integrado al de Puerto Rico sin cobrar un centavo; tiene su trabajo en una compañía privada y esto es lo que hace en sus ratos libres. 

“Yo amo ser bombero”, afirmó con la seriedad con que se firma un contrato de por vida. 

“Mi cuerpo se acelera cuando ese sistema 9-1-1 se activa y nos ponen a las personas en speaker pidiendo auxilio. Allí yo digo, voy a dar un 100% por ayudar a esa persona. Mi pasión es montarme en un camión, ir a responder para ayudar a alguien”, dijo el residente en Caguas. 

Aquel viernes vio lo que describió como “un demonio bailando encima del carro”. El accidente fue causado por un camión de recogido de basura que, según la pesquisa de la Policía, se quedó sin frenos e impactó el vehículo en el que viajaba la niña, su madre Noemí Figueroa Sulievere y su hermana de 16 años, Natalie Ortiz Figueroa; ambas resultaron con lesiones leves, al igual que el conductor del camión, Rafael Pérez Estrella.

Mientras la mayoría de los compañeros de estación de Resto Guzmán combatían otro incendio en Juncos, le tocó a él y a otro bombero de Aguas Buenas ser los primeros en llegar al lugar y competir con un fuego ambicioso que se alimentaba de “un tanque de gasolina lleno, el del vehículo, un tanque de aceite hidráulico del camión lleno hasta arriba y un tanque de diesel lleno hasta arriba”. 

“Todo esos químicos se juntan con todos los plásticos, con todo lo que se pueda quemar y ese fuego va a crecer de inmediato. Donde estábamos era encima de un puente y lo que alimenta al fuego es el oxígeno. Era impresionante”, dijo el también rescatista.

Se trataba de un solo chorro de agua tratando de alejar al demonio, tratando de detener aquel baile a la vez que el cuerpecito de la niña estaba pillado y la madre pedía que dirigieran la corriente de agua hacia a los alrededores de la víctima.

“Llevo tantos años viendo accidentes, personas heridas, pilladas, muertos; pero cuando tú ves el deseo de una madre, rogándote que apagues el fuego para sacar a su hija, es impactante”. Al bombero se le agotó un poco la voz. “Es bien impactante”, repitió.

Resto Guzmán aseguró que entonces sintió una gran compasión y recordó a sus dos hijos, de 18 y 19 años. También llamó a su madre, la saludó y le dijo que ahora tiene más claro lo que es el “amor de madre”.

“Ella (Figueroa Sulievere) trató de jalar el car seat cuando estaba prendido en fuego. Ella trató de ser más que un héroe, pero los paramédicos se la llevaron. Yo me quedé en el camión, tranqué mis ojos y dije, ‘a Dios que le dé fuerzas’”, narró Resto Guzmán. 

Ahora quiere volver a ver a la familia, abrazarlos, acompañarlos. Por eso pide a los allegados que, de ser posible, se comuniquen a la estación de Bomberos de Caguas, al (787) 744-2330, para lograrlo.

Mientras tanto, el bombero aprovechó para destacar el valor de su profesión, la que lleva con tanto orgullo. También resaltó el trabajo de sus compañeros, su “familia”, y repitió una y otra vez que esto de salvar vidas requiere el apoyo de un buen equipo de trabajo. “Hay que tener alma y corazón para ser bombero”. 

De niño, contó, también se le aguaban los ojos cuando un camión de bomberos cruzaba la carretera frente a su casa y él era el único de sus hermanos en asomarse por la ventana con la esperanza de que se detuvieran allí. La pasión comenzó desde niño.