Transitar en vehículo de motor por carreteras, calles y caminos de Cidra después del azote del huracán María, más que una aventura era un imposible. Sencillamente no se podía a menos que se tuvieran herramientas y la fuerza para picar o remover árboles, palmas y postes de madera y concreto. Por eso la ciudadanía tomó acción. Dejando atrás la dependencia de los autos y del gobierno, la gente se dispuso a caminar o puso manos a la obra para viabilizar el transporte y procurar el bienestar de sus familias.

Unas tres horas después de que pasara el ojo del huracán por este pueblo ya Luis Díaz, Luis Núñez y Héctor Ramos, vecinos del barrio Arena, habían salido de sus casas como tantos otros a revisar y reparar lo que pudieran. Sobre la casa de Díaz, construida en madera sobre la de Núñez, habían caído cables del tendido eléctrico y un árbol. Y sobre su auto, estacionado en casa de un vecino, había otro. El hombre, que tiene a su esposa enferma con cáncer, dijo que todo lo que deseaba era ser reubicado en una estructura segura y adecuada para ella.

De otro lado, este medio supo que policías que habían estado destacados en Caguas, imposibilitados de llegar en carro a sus casas, subieron a pie la carretera PR-172 desde ese pueblo hasta los límites con Cidra, donde se buscaron resguardo para pasar la noche en un cuartelillo localizado en el barrio Certenejas. 

Temprano al día siguiente, personas aisladas en sus comunidades a causa de la caída de árboles y postes comenzaron a caminar en busca de ayuda o hacia las casas de sus familiares, mientras otros se unían para picar y remover árboles, cañas de bambú y hasta cables de transmisión eléctrica de gran grosor. Ese fue el caso de Edgar Cotto, quien a pie y luego en pon llegó -machete en mano- del barrio Certenejas II a la barriada Ferrer de Cidra.

“Vengo a chequear a mi familia. Voy a chequear a mi suegra aquí en la barriada Ferrer, pero la prioridad mía son mis hijos que viven en El Gallito con la mamá. Después que yo los vea estoy tranquilo”, reveló. 

En el camino descubrió que no era el único que había tomado la misma determinación por amor a sus hijos. “Caminé unos diez minutos, subí una montaña tumbando palos porque por la carretera no se puede pasar, tuve que subir un monte con una familia, bajamos y gracias a Dios me dieron pon hasta aquí al ladito, porque hay gente que está cooperando”, relató Cotto.

En el trayecto, se encontró con una madre, su hija adolescente y otra infante, a la que cargaban entre las dos para llegar lo antes posible al único hospital disponible en Cidra, el Hospital Menonita. “Tiene que estar ya en el hospital. Subió ella (la madre), la hija que tenía como 12 o 13 años y cargando a la bebé que tenía como tres años”, apuntó.

Este medio había alcanzado a ver a la mujer minutos antes. “Vengo a pie desde Sumidero (barrio de Aguas Buenas)”, fue todo lo que dijo la mujer mientras caminaba a toda prisa cargada de bultos junto a sus niñas. Luego Cotto explicó que la pequeña sufría un episodio de asma.

En una comunidad más alta y expuesta a vientos más fuertes, este medio conversó a orillas de una carretera con los esposos Jorge Díaz y Maribel López, quienes estaban junto a sus hijos Naiomhy y Alejandro. Contaron emocionados cómo lograron posibilitar el paso por el Camino Sud Arriba luego de que el huracán María terminó con su destrucción.

“Los primeros vientos se sintieron como de tormenta, pero una vez pasó el ojo y vino la virazón ahí fue que sintió bien fuerte aquí. Perdimos el techo de la casa de herramientas; la casa se llenó de agua; la vegetación, todos los palos frutales y de flamboyán y lo que había por ahí se fue; como puedes ver, por primera vez podemos ver la comunidad del lado, y la carretera que se tapó. Pero gracias a Dios la comunidad se unió tempranito, nos levantamos a las seis de la mañana todo el mundo a picar palos”, comenzó a relatar Díaz.

“Bajó una brigada bien grande desde (el vecino barrio) Rabanal con sierras y nos ayudaron a terminar. De verdad hubo una unión en la comunidad tremenda”, agregó López. 

“Éramos como 20 y llegaron como 30 o 40 personas más”, estimó él. 

La familia Díaz-López fue una de muchas que se tiraron a la calle a ayudar a otros y a limpiar utilizando maquinaria, vehículos y equipos propios, o solo su determinación y buena voluntad.