“Mira, por allá están dando café gratis”, dice una señora con arrugas en los ojos. Sonríe, saborea el líquido oscuro y continúa transitando por el Paseo de Diego, repleto de tiendas abandonadas, paredes grafiteadas, y, ahora, con uno que otro arbusto arrancado de raíz.

En la entrada del Paseo, está Mondo Bizarro, un pequeño y popular negocio del mundo de las artes y los cómics. No tiene luz, pero a las afueras, comienzan a aglomerarse las personas, y reciben, de forma gratuita, emparedados y bebidas de desayuno, y más tarde, pasta de almuerzo.

“Acabamos de abrir y ya hay gente de la comunidad aquí. Creo que está ayudando, estamos haciendo un bien”, dice el dueño del local, Luis Parés.

Tras recibir una donación de ilustradores de California –tanto de las editoriales Skinner y Last Gasp como artistas independientes– Parés, con la asesoría de la Junta Comunitaria de Río Piedras, de la cual forma parte, decidió usar los fondos para brindar alimentos, medicinas y talleres de arte gratuitos todos los jueves de octubre a los vecinos de la zona.

Esta es una de las múltiples iniciativas que han nacido del seno de Río Piedras, que apuestan a la autogestión comunitaria, lejos de esperar por la intervención gubernamental para levantar el pueblo tras el paso del huracán María.

Ante la ausencia de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), tanto la Junta Comunitaria, como el Centro de Acción Urbana, Comunitaria y Empresarial (CAUCE), en conjunto con varias iglesias del casco urbano, han establecido un centro para llenar solicitudes de daños, han distribuido más de 400 compras en los barrios de Buen Consejo, Venezuela, Blondet y Capetillo, y culminaron un censo que identificó 243 casas que perdieron sus techos y más de 1000 personas sin hogar.

“Yo no pienso irme del país, y como te digo, yo no estoy operando, yo no estoy ganando nada de esto, pero sí estoy ganando. La gente está viniendo, están viendo que estoy ayudando a la comunidad, y eso es un logro para mí”, dice el diseñador gráfico y empresario.

Permanece cerrada la Plaza del Mercado

Camino arriba por el Paseo de Diego, abofetea el olor a alcantarilla. Tienen sus puertas abiertas tiendas de ropa, de utensilios domésticos, de múltiples artículos a muy bajo precio. Las moscas se posan en las berenjenas, en los tomates, en las naranjas y las yautías que venden los verduleros en las aceras. De “La esquina de la alegría” –un carrito de hot dogs y hamburguesas-, se escucha la rápida cadencia del merengue.

La Plaza del Mercado sigue cerrada. Alguien dice que no la veía así, clausurada en pleno día, desde la explosión de la tienda Humberto Vidal. En la plazoleta fuera de la Plaza, se apostan algunos de sus vendedores, en mesitas diminutas, vendiendo unos pocos productos en lo que pueden recuperar sus espacios.

“Me ha afectado bastante. Ayer fue que yo empecé aquí, que me dieron una oportunidad. Estaba sentado en la casa sin hacer nada, pero hay que comer todos los días. Si uno no trabaja, no hay divisa. Me ha afectado. Hay compañeros que no hay podido regresar”, dice el vendedor de frutas Antonio Martínez.

En su puesto, solo son locales las piñas y algunos mangos que ya lucen el tono rojizo de la madurez. El resto es importado –los limones, las manzanas, los aguacates–. “Los palos que quedan no tienen hojas”, dice. La Plaza del Mercado está cerrada desde el lunes previo a la tormenta. Una semana después, tuvo que entrar a su puesto y botar todas sus verduras. La Plaza entera estaba repleta de alimentos echados a perder.

“Los negocios estaban llenos de comida. Yo entré a botar lo que había. Durante una semana, no dejaron entrar a nadie. Allá adentro se pudrió todo, ahí no quedó nada. Hubo que limpiar bastante. Todavía hay ciertas pestes”, dice, y se espanta una diminuta mosca que se le posa en la nariz.

Cuenta que la Administración de la Plaza del Mercado, les permitió poner sus mesas en el exterior de la Plaza, “no muy extendido”, para poder arrancar la venta. “Para que pudiéramos sobrevivir”, subraya. Dentro de la Plaza, ya todo está limpio, asegura, los empleados de mantenimiento siguen trabajando, pero todavía no hay luz, y sin generador, no se puede operar, lamenta.

A su derecha, detrás de su mesa, está Maritza Días, quien vende potes de medicina, quinoa orgánica, cremas y soluciones. Sus productos no se dañaron, pero el poco movimiento en la venta la afectado, suspira.

A su lado, el billetero Héctor Ramos asegura que la Plaza está igual de concurrida que siempre, y que los escombros que obstaculizaban el Paseo de Diego, ya fueron removidos.

“Estamos desempleados, no hay ingreso. Yo vendo lotería y estamos vendiendo la lotería del 21 (de septiembre) y ya estamos en octubre y no se vende todavía la del 21. Porque nadie está enfocada en comprar lotería. Todo el mundo en lo que está enfocado es en comprar agua, alimento, efectos de primera necesidad. Lo que no hay”, dice.