“Le gustan las viandas, verduras, carnes como: pollo, cerdo, bacalao, y el arroz con habichuelas”.

Esa es la alimentación básica de Doña Rufina, quien este fin de semana celebró su cumpleaños número 100 con una fiesta en el pueblo de Cidra. Allí su numerosa familia dio gracias a Dios por la bendición de su vida y obra. 

“A ella le gustaba todo lo que sembraba su esposo, que era agricultor y a quien ella ayudaba en la siembra. Ahora, todos los días en el almuerzo, come verduras”, dijo la mayor de sus nietas, Alma Rosa Cosme Rivera.

Doña Rufina, que enviudó en el 2001, nació el 31 de julio de 1915, en el barrio Barros de Orocovis. Procreó 15 hijos que le han dado nietos, bisnietos y tataranietos.

“Mamá contaba que tía Berta y ella eran bien pequeñitas, y que las trajeron en un burrito o un caballo, cargadas en canastas, sobre el lomo del animal”, recordó Cosme Rivera, de 62 años.

Don Ramiro celebra sus 104 años bailando 

Y es que los padres de Mamá, como la conocen sus hijos y nietos mayores, llegaron hasta Cidra, procedentes de Orocovis, para establecerse.

Cosme Rivera sigue explicando que como era habitual en ese tiempo, la adolescente Doña Rufina se casó con Nicolás Rivera González, un joven cinco años mayor. Además de sus  hijos,  abuela Boro, como también es conocida por sus nietos, amamantó a un sobrino y crió como suyo a otro que es sordomudo. 

“En total cuidó y alimentó a 17 pequeños, más ayudó a criar a varios de sus nietos mientras ayudaba a su esposo en las tareas agrícolas para asegurar la subsistencia de toda la prole. Sus pasiones eran la familia, las flores y la oración”, agregó. 

La descendencia de Boro suma 73 nietos, 111 bisnietos, 43 tataranietos y varios en gestación. Sumado a ello, las 114 parejas de aquellos que han creado sus propias familias, totalizan los 359 integrantes. 

El menor de sus hijos, Eilfredo Rivera Rosado, de 57 años, destacó que a finales de la década de 1990 el Municipio de Cidra reconoció a los Rivera-Rosado como Familia del Año. 

“Vivíamos en la casa más humilde que pudiera haber. Había mucho amor, mucho cariño, yo era medio travieso, pero ella me consentía. Desde bien tempranito se levantaba a trabajar, a hacerme el desayuno antes de irme a la escuela. En aquel entonces se hacían sopitas de fideo con huevo, galletas con chocolate. Después que acababa con los más pequeños, que nos íbamos para la escuela, el diario de ella era hacer las cosas de la casa y ayudar a papi a recoger tabaco, a desgranar…”, continúa recordando Rivera Rosado, sobre la rutina familiar de Rufina en los años 50 y 60. 

Hace cerca de dos décadas la enfermedad de Alzheimer comenzó a aquejarla, pero los cuidados cercanos de toda su familia le han permitido llegar al centenario. 

Conoce más sobre el Alzheimer