Mi primer aniversario de boda lo celebré en la casa de un boxeador en Villalba tratando de reclutarlo para el equipo olímpico. Era cuestión de unos minutitos para luego salir a comer, pero se complicó el asunto y pasamos todo el día en su casa hablando de boxeo. Para colmo, al final decidió firmar profesional.

Por eso esta vez cuando mi esposo me propuso dar una vueltita por Ciales para celebrar el sexto aniversario, me aseguré de que no hubieran inventos de “minutitos” en la ruta. 

Usted no puede morirse sin vivir la experiencia de visitar las carreteras del País, que han ganado fama por los negocios a sus orillas, bautizados por los boricuas como chinchorros. 

Al llegar a la carretera PR-149, bajamos los cristales del carro para sentir el aire fresco y escuchar salsa vieja cortesía de los jeeps descapota’os que transitan por el lugar. Frankie Ruiz era el más sonado, aunque también se escuchaba alguna bachatita. Uno que otro carro antiguo sonando la bocina y las motoras pasando por el lado, llamando la atención los tatuajes en la parte baja de la espalda que exhibían la mayoría de las pasajeras.

Nos paramos en un negocio llamado ASAO.  Era lo que estábamos buscando, un espacio con sabor a campo para pasar un rato agradable. No cabía un alma, la gente disfrutaba la música navideña y la trova interpretada por El Viejo Mago, un músico de sobre 60 años lleno de tatuajes con barba y pelo largo. “Yolanda, de Pablo Milanés, dedicada a Alexandra de parte de su esposo”, dijo leyendo un papelito que David le había enviado. 

Luego, un grupo de pleneros hizo su entrada, aumentando la algarabía. De pronto escucho a lo lejos una voz que asocio a la controversia política radial. Era lo último que hubiera querido encontrar en aquel espacio de paz y alegría. Cuando pensaba que era solo una ilusión, me encuentro cara a cara con Luis Enrique Falú. Era todo sonrisa; compartía cariñosamente con la gente hablando de todo, menos de política.

Incluso para Falú era  imposible resistirse al ambiente y buena vibra de aquel lugar.

Ya en la mesa, sentados, llegaron las costillas y otras cositas ricas del País. La gente se acercaba con cariño y con ocurrencias. Un señor le recordó en voz alta a  David que le decían abayarde cuando chiquito, uno de los 15 sobrenombres que tenía. 

Al terminar la música, Luisito, un comerciante de Jayuya, gritó: “De aquí no se va nadie”, y pagó una  hora extra de música. El Viejo Mago se reía solo. 

Esta celebración de aniversario ha sido por mucho la más que hemos disfrutado. Los reunidos en ASAO, aunque era la primera vez que nos veíamos, actuábamos como si nos conociéramos de toda la vida. Cantamos juntos, bailamos y celebrábamos la vida.

No hay  que ir lejos para sentir esa alegría. Sobran los espacios en las orillas de nuestras carreteras y alrededores de la Isla  que esperan con ansias nuestra visita. Separa la fecha en tu calendario.