Llevo tiempo preparándome para las preguntas de mi hijo mayor, Adrián, sobre Santa Claus. Se ha dado cuenta que hay algunas cosas que no cuadran en la historia. Le ha llamado la atención algunos inflables en los que Santa aparece en motora y helicóptero. También su tío Víctor se disfrazó de Santa para un momento mágico, siendo descubierto por los niños al instante. Era cuestión de tiempo para que preguntara por la chimenea, los renos voladores  y otros elementos de la historia que son muy difíciles de explicar en una isla tropical. Por eso me preparé para el inevitable interrogatorio.

Afortunadamente también la tecnología nos ayuda un poco a  combatir las dudas. Por ejemplo, Norad Tracks Santa 2013, que permite seguir el trineo de Santa por el mundo y la página web portablenorthpole.com, en la que Santa dice el nombre de tu hijo y lo felicita por portarse bien, entre otros . Hacía falta este refuerzo porque la foto del niño sentado en la falda de Santa y la nieve que tira Francisco Zamora en el atrio central de Plaza Las Américas ya no era suficiente. 

El momento llegó: mi hijo me dijo que necesitaba hacerme una pregunta. “Las que tú quieras”,  dije sonriendo, confiada en que tenía la respuesta.

“¿Grinch existe?”, me preguntó. “¿El qué?”,  le contesté sorprendida. “El Grinch, el señor malo que no le gusta la Navidad”, respondió.

Adrián se refería al personaje creado por Dr. Seuss y que la mayoría de nosotros vimos en el cine caracterizado por Jim Carrey, que odia la Navidad  y representa todo lo contrario a Santa Claus.  No me preparé para esa pregunta, pero consciente de que según existe lo bueno también lo malo, le respondí: “Para quienes se portan bien y hacen cosas buenas existe Santa, para quienes hacen lo contrario, el Grinch, querido hijo”.

Así lo creo, esa otra cara de la Navidad lamentablemente también existe. El Grinch existe en quien deliberadamente le revela a los niños la magia de la Navidad. Los que se ponen a guiar borrachos sin hacerle caso al jingle de Victoria Sanabria y Janet Pérez Brito. Quienes por más que Papo Christian grite e insista disparan al aire sin remordimiento. El que no abre la puerta para recibir una trulla o manda a bajar la música cuando la comunidad se reúne para una fiesta.

Los que se entran a galletas haciendo fila en el Black Friday o se quejan por la trapo de bola que le regalaron. El que se pone a gritar y pelear por política en una fiesta.  Por último, el que tira con todo para Santa Claus y no deja nada para los Reyes. Estoy segura que a ustedes se les pueden ocurrir muchas otras actitudes que hacen salir el Grinch.

Al fin de cuentas, la Navidad se trata de actitud. Aprovecha la época para recargar energías y vivir de acuerdo con el espíritu que se promulga.  Lo mucho o poco que tengas busca compartirlo, perdona y agradece las bendiciones. Abre tu casa a la alegría, deja que entre la parranda, pon tus guirnaldas en la puerta, llena cada espacio del hogar de espíritu  navideño para que el Grinch no encuentre dónde acomodarse. 

¡Felicidades!