¿Duermes con el celular junto a la almohada? A menos que seas un profesional que tenga que estar “on call”, no tiene sentido. Pero cada vez más personas tienen sus aparatos electrónicos como compañeros entre las sábanas.

Eso no es todo. Hay quien no va al baño sin chequear las redes sociales o el que pasa cada segundo de su break de almuerzo chequeando obsesivamente lo que están escribiendo en Facebook (e, inevitablemente, comparándolo con su propia vida).

¿Cuánto es “mucho”? Si hasta el presidente de EE.UU. Barack Obama hace campaña a favor de Obamacare con un selfie stick –demostrando lo enraizadas que están las redes sociales en nuestras vidas-, ¿qué se puede esperar de los simples mortales que pasan el rato (o las horas) jugando Candy Crush?

La revista electrónica TechAddiction menciona que esta conducta, aunque pueda parecer inocente y sirva para comunicarnos con personas que, tal vez, no podamos ver a diario, puede llevar al aislamiento o inclusive a crear un mundo virtual que nos aleja cada vez más del real.

¿Estamos exagerando? Simplemente levanta la mirada y cuenta cuántas personas están “pegadas” a sus celulares en este momento. ¿Dos? ¿Tres? ¿Todos? Cada vez interactuamos menos en nuestro afán por conectarnos más. Irónico, ¿no?

Para evitar convertirnos en ermitaños tecnológicos, TechAddiction ofrece estos consejos:

1. Reconócelo y actúa. Si sales de la casa sin el celular y sientes que te falta un brazo, definitivamente estás demasiado “jukeao”. Intenta despegarte cada día unas horas del teléfono hasta que, como con cualquier adicción, empiece a hacerte menos y menos falta.

2. Tu vida no es una vitrina. Mientras estés escribiendo desde lo que desayunas hasta el pensamiento random que te acaba de pasar por la mente –y recibiendo ‘likes’ por cada nimiedad- puedes desarrollar la sensación de que tu vida es para exhibirla. Estás en busca de atención y, si no te la dan, podrías hasta deprimirte. Frénate a tiempo.

3. Cuidado con la hiperconexión. Si estás constantemente enchufado a las redes –o leyendo compulsivamente por internet-  puede llegar el punto en el que te abrumes con la cantidad de información que entra en tu cabeza a cada minuto. Si no puedes pensar la vida sin internet, pues date un rato al día –mientras menos, mejor- donde ese sea tu único foco de concentración y, luego, suéltalo. No te estarás negando el “gustito” pero no te terminará consumiendo.