Es un líder nato. Cuando era un criminal, las personas gravitaban alrededor de su persona, lo que sucede ahora mismo mientras cumple una sentencia de 99 años y seis meses de cárcel por la muerte de un policía.

Alexander Nieves Andrades, de 38 años de edad, forma parte del proyecto de Twitter Sígueme para que no me sigas, del Departamento de Corrección. Fue escogido por su presente y posible futuro, no por el pasado de un criminal de carrera que se dedicó a protagonizar asaltos a mano armada y que escenificó un crimen notorio. 

Nieves Andrades es uno de los pocos confinados del sistema penal que se les permite dar charlas en la libre comunidad. Ahora, mediante una cuenta en la red social, el reo podrá enviar mensajes al ciberespacio, al igual que otros dos reclusos que están cumpliendo condenas por asesinato, entre otros delitos graves. 

“El proyecto de Twitter me permite hacer un sueño realidad para poder llegar a nuestros jóvenes”, indicó desde un módulo en la institución Guayama 500, una cárcel de custodia protectiva.

Para el Departamento de Corrección, Nieves Andrades es un confinado modelo. Dentro de su sección en Guayama 500, el reo mantiene un régimen de disciplina que ha podido establecer a través de la diplomacia y la persuasión. 

Implantó unas reglas sencillas: cero drogas, ninguna pelea entre los confinados y máximo respeto al custodio. Pero como bien podrían señalar las víctimas de sus delitos, el preso tuvo un historial sumamente violento que dista diametralmente de la forma en que –por los pasados años– ha convivido con los otros confinados de su módulo y otras instituciones penales del país. 

El presidiario habla sin ningún tapujo sobre su pasado y lo hace con el convencimiento de un hombre que no tiene nada que esconder. 

“Una vida normal”

No tenía padres maltratantes ni provino de una pobreza extrema. De hecho, Nieves Andrades aseguró que su infancia fue “normal”. Vivía en el campo, en el barrio Pugnado, en Manatí, y “bajaba” al pueblo caminando. Como muchos otros menores transgresores, se juntó con el primer corillo que andaba en malos pasos y comenzó a cometer sus primeros delitos o faltas a partir de los 12 años de edad. 

Sus crímenes fueron en escalada, desde robarse artículos en tiendas hasta intentar apuñalar a un compañero de clase. Abandonó la escuela a los 16 o 17 años de edad e intercambió los libros por un revólver 38, una escopeta y una pistola nueve milímetros. 

“Tomé la mala decisión de jalar el gatillo. Ni siquiera tenía el conocimiento de cómo hacer el disparo”, indicó Nieves Andrades al describir el momento en que realizó el tiro fatídico contra el policía luego de haber protagonizado un asalto a mano armada en la playa del sector Marbella, en Vega Baja.

“Yo comencé con la presión de grupo. Quería hacer cosas que impresionaran. Creía que la gente me respetaba, pero en realidad me tenían temor. Yo pensaba que con más que yo hiciera más respeto iba a tener. Era una cuestión de poder. Llegué a pensar que era el jefe del grupo”, indicó. 

A poco tiempo del asalto, Nieves Andrades fue arrestado, procesado y sentenciado. Pero aun en la cárcel, el prisionero se dedicó al contrabando de celulares, drogas y armas. Pasó a la Junta Directiva de los Ñeta, pero en el 1998 fue ordenado a pasar 11 meses y 28 días en el “hoyo”, confinamiento solitario, al entenderse que el reo había dirigido un motín carcelario. Este negó que hubiese tenido participación en la revuelta. “Uno no se mantiene cuerdo en el hoyo”, indicó. Apunta que su rehabilitación comenzó con los consejos de una supervisora de pruebas de dopaje que se convirtió en directora del programa contra la adicción en el sistema carcelario. “Me enseñó a combatir pensamientos negativos. Me salí del grupo y, cuando sales del grupo (de las gangas), los confinados empiezan a desconfiar de ti. Te ven cerca a la administración. Pero los grupos se dedican a explotar los que menos capacidad tienen. Los grupos se utilizan para manipular a las personas”, dijo.