Vega Alta.  Con apenas 9 años Andrea Vélez Aponte no tiene ni una sola muñeca Barbie.

Es que ella no es como el resto de las niñas: entre sus juguetes figura un microscopio y también  un telescopio.

Además, su nueva mascota favorita es una vaca llamada Blanquita.

Sí, mientras algunas chicas tienen otro tipo de juegos e intereses Andrea pasa los fines de semana en una finca en Vega Alta que su papá logró alquilar a través de la Autoridad de Tierras en donde ya tienen, además de Blanquita, nueve  novillas de la raza Bragus y un toro.

Junto a su papá y su mamá la niña también visita otras vaquerías y asiste a seminarios donde ha logrado obtener varias de las certificaciones que se le dan a ganaderos profesionales.

Andrea asegura que aprender sobre ganadería la entretiene y aunque sus amigas en la escuela no le preguntan mucho acerca de su pasatiempo, ella continúa enfocada en aprender cada día más.

Al verla compartir con el ganado, utilizando un largo y delgado tronco, vestida con mahones y botas, parece una amazona en versión miniatura; siempre con cautela, pero a la vez con dominio de lo que se debe y no se debe hacer cerca de las reses.

“Yo tengo muchas vacas  porque las compramos y me gustan mucho las vacas... Lo más que me gusta de trabajar con las vacas es que comparto con la naturaleza y con los animales, la forma en la que ellas se comunican, así: 'muuuuuuu', todo eso”, expresó en una entrevista donde estuvo sentada cerca del ganado mientras caía un torrencial aguacero.

¿Cómo tú decides  cuál es la que tú quieres? 

 Yo decido por cómo me siento cuando la veo y cuando estoy con esa vaca, si me siento como asustada, pues no la escojo.

¿El color es un factor en tu decisión? 

No, no es un factor el color. Es cómo me siento y cómo ellas se sienten cuando están conmigo.

¿Les tienes nombre?

Bueno,  a cuatro: Grandulón que es el toro, Blanquita, Brownie y Canela.

¿Y los demás? 

No.

¿Le vas a poner nombre?

No, porque después me encariño más y no quiero que se vayan.

Entonces como en un gesto de protesta una de las vacas emite un potente mugido que detiene la entrevista y Andrea en tono de broma  le dice a uno de los empleados de la finca “Giovanni, te están llamando” y estalla en risas.

¿No te asustan? 

A veces me asustan... y lo que no me gusta es cuando le ponen las vacunas porque me dan pena, porque si a mí me duele, a ellas también les puede doler... También he visto en  videos que estaban poniendo la vacuna donde no era porque la vacuna se pone en el área del cuello y él la ponía en el área de la espalda y la pata. Cuando  la lleven al matadero van a perder esa carne. Esa carne no se puede comer.

Y de esa manera Andrea demuestra sus conocimientos aparte de que recita los cinco tipos de vacas más comunes en la Isla, a qué tiempo se destetan y cuándo están listas para aparearse. 

¿Son peligrosas las vacas? 

Depende. Blanquita  se supone que su especie  tenga cuernos, pero papá compró una crema que se le unta y pues no le salen cuernos... y las más grandes Brownie y Canela, que fueron las primeras que compramos, pues ellas ya me conocen más y ya saben quién soy.

Andrea entonces hace un aparte para contar la historia completa de Blanquita.

Resulta que  cuando fueron a una subasta en la Hacienda La Montaña, la niña sintió algo especial tan pronto la vio.

“Yo la vi y entendía que era como chiquita, flaquita, como que necesitaba  cariño y ahí yo me enteré que era huérfana y pues yo la quería conmigo, pero no nos tocó y me puse triste y yo rezaba que a quien le había tocado la tratara bien y la cuidara mucho. Y pues papá contactó a quien la ganó y nos la vendieron y ahora yo la cuido”, indicó la niña quien dice que, por supuesto, quiere ser veterinaria cuando sea grande.

Opción en época difícil

Su papá William Vélez Sánchez relata que cuando salían de paseo los fines de semana y pasaban cerca de algún lugar en que hubiese vacas, Andrea se emocionaba muchísimo y les pedía detenerse.

Aunque su profesión es delineante, ante la crisis fiscal decidió darle una oportunidad a su niña y a la misma vez explorar la posibilidad de un nuevo negocio con el que pudiera cumplir con múltiples propósitos: que Andrea se desarrollara, y que fuera además de un pasatiempo un posible 'plan B' en caso de que sus servicios como delineante ya no fueran requeridos.

Así se enteró de la disponibilidad de tierras en manos del Gobierno para alquiler bajo el compromiso de desarrollarlas. Entonces consiguió un área que hace más de 20 años fue hogar de una vaquería lechera y que se fue a pique cuando las autoridades se enteraron de que mezclaban el producto con agua.

Ahora Andrea  y su familia pueden aprovechar que hay una infraestructura básica que les ayudará a criar su ganado para la venta de carne.

En su proceso de aprender sobre este mundo, William ha conocido a otros ganaderos y decidió unirse a la Cooperativa de Carne de Res de Puerto Rico y ahora busca que sus vacas sean alimentadas solo con pasto para lograr producir una carne de mayor calidad libre de preservativos, antibióticos y alimentos de poco valor nutricional para certificarlas como de alta calidad.

¿Y qué se siente tener una niña ganadera?

Pues realmente  me siento feliz porque siempre que andamos por la isla y pasamos por una finca donde hay  vacas ella se desespera y me dice: 'papá, mira, las vaquitas, mira qué lindas', ... y realmente eso fue lo que nos motivó a montar el negocio. Obviamente son vacas que son dóciles... ella puede entrar y estar con ellas y no le van a hacer daño . Con el toro siempre hay que tener un poquito más de respeto, pero las vaquitas son más tranquilas 

¿Qué ha sido lo más difícil hasta ahora? 

El poder luchar para obtener el préstamo federal porque te requieren muchos documentos...  pero ya gracias a Dios tenemos la aprobación y esta semana firmamos para que nos hagan los depósitos y entonces ir haciendo las cosas.

“No es algo usual pero sí, la ganadería es algo bonito. Apenas son pocos los ganaderos jóvenes en este tipo de negocio. Me  gustaría que más personas entren porque es algo muy bonito, uno aprende mucho, comparte, le das oportunidad a personas que realmente quieran trabajar”, agregó al tiempo en que dijo que por ahora emplea a dos personas a tiempo completo. 

Mientras Andrea escucha atenta a su papá una idea llega a su mente y tan pronto puede la suelta: “en mi escuela cuando me empezaron a gustar las vacas yo no sabía nada ni siquiera sabía la raza. Otros niños deberían saber de esto y de la naturaleza”, declaró.