El coquí, aunque no está en peligro de extinción en estos momentos, sí está gravemente amenazado, como muchas otras especies. La deforestación y el desparrame urbano afectan adversamente sus hábitats. El cambio climático parece  afectarle también y, según un estudio, para adaptarse se ha vuelto más pequeño.

En Puerto Rico teníamos 17 especies nativas de coquíes, pero ya quedan 14. El coquí palmeado, el coquí Eneida y el dorado no se han vuelto a ver. Como anfibios nativos nos quedan también el Sapo Concho y la Ranita de Labio Blanco.

Del coquí se habla mucho, pero se sabe poco.  Eleutherodactylus es el nombre científico del pequeño anfibio de ojos saltones y  coquí es una onomatopeya del sonido que emite el macho.

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Los deditos de los coquíes no están unidos por una membrana como otras especies de ranas, por eso el nombre de Eleutherodactylus, que significa “dedos libre”.

La deforestación y el desparrame urbano afectan adversamente sus hábitats.

 El coquí común y el coquí de la montaña son las dos especies  cuyo llamado suena a “coquí”. El canto,  que perturba a muchos hawaianos pero que en Puerto Rico es una canción de cuna, es su estrategia para atraer a la hembra y para marcar territorio.

En algunas especies de coquíes, el macho cuida la camada de huevos de posibles depredadores. El coquí nace como un adulto en miniatura, no pasa por la etapa de renacuajo. Se alimenta de insectos como arañas, pero también puede comer lagartijos. Curiosamente, los lagartijos también comen coquíes.

En marzo murieron miles de coquíes en el incendio criminal en el Bosque del Pueblo, en Adjuntas.