Levantar una empresa en Puerto Rico que emplee únicamente a personas con Síndrome de Down supondría darles la oportunidad de desarrollo pleno que merecen, mientras demuestran que son trabajadores tan capaces como el que más.

Para organizaciones como la Fundación Puertorriqueña Síndrome Down (FPSD) o el Instituto Ponceño Síndrome Down (IPSD), contar con una iniciativa de ese tipo es una aspiración. Y en el ambiente, específicamente en la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (PUCPR), se están cuajando ciertas movidas que podrían hacerlo realidad próximamente.

“Sería fantástico, buenísimo. Ellos tienen muchas habilidades. Yo creo que son los mejores empleados del mundo, porque no están velando el tiempo para irse a casa, no pierden el tiempo y buscan siempre hacer su trabajo. Le enseñas estructura y no tienes problemas porque la van a seguir siempre”, manifestó Henry Martínez, coordinador de voluntarios de la FPSD y padre de un joven con este trastorno genético.

Jackeline Pagán Lagomarsini, directora del IPSD, agregó que actualmente las alternativas de empleo para esta población son escasas, y que “hay que darles más oportunidad”.

“Estamos rompiendo cadenas para que la gente los acepte, porque son seres humanos como cualquier otro”, puntualizó Pagán Lagomarsini.

Las expresiones de ambos surgieron ayer luego de conocer el proyecto Lavandería Industrial 21, una empresa establecida en la ciudad de Concepción, en Chile, que emplea únicamente a personas con este síndrome. El arzobispo de la diócesis de Concepción y gestor de esa iniciativa, Fernando Chomalí Garib, compartió el éxito de este emprendimiento durante el Simposio de la Familia, en el recinto de Ponce de la PUCPR.

El presidente de la institución, Jorge Iván Vélez Arocho, explicó que trajo como invitado a Chomalí Garib porque hace un año conoció su proyecto y “me sorprendió mucho por el enfoque en la familia, porque la persona alcanza su dignidad a través del trabajo y porque se trata de un sector de la población que el papa Francisco llama los descartados”.

“Yo pienso que en la universidad podríamos generar una plataforma para, utilizando esos tres elementos, hacer un proyecto similar que esté dirigido a sectores descartados por la sociedad, que tenga un beneficio para su entorno familiar y que le posibilite tener la dignidad de un trabajo”, sostuvo el presidente.

Vélez Arocho agregó que “esperamos que con esta semilla, quizás en dos años, podamos estar inaugurando en Ponce, Arecibo o Mayagüez, donde están nuestros campus, un proyecto similar que tenga esas características”.

El arzobispo chileno de 60 años de edad, quien también es gran canciller de la Universidad Católica de la Santísima Concepción de Chile, expresó que espera “venir en dos años a bendecir la lavandería de Puerto Rico”.

Oportunidad que cambia vidas

En una amena charla a la que asistieron participantes de la FPSD y del IPSD, Chomalí Garib relató que cuando pequeño era tartamudo y sus padres lo llevaron a tomar clases vespertinas a una escuela especializada en niños con Síndrome de Down. Esa experiencia lo marcó porque en el colegio regular “me hacían bullying” y en las tardes “me querían”. 

Luego de hacerse sacerdote, empezó a notar que cada joven con este trastorno que conocía estaba en casa con sus padres y no trabajaba. Eso lo motivó a crear una fuente de empleo para ellos y pagar “la deuda” que sentía.

Donativos de individuos y empresas permitieron levantar el negocio, que se  equipó con máquinas nuevas -porque los jóvenes no merecían “sobras” -  y fue inaugurado en septiembre de 2014. Hasta ahora, 21 jóvenes han trabajado en la lavandería y seis de ellos han conseguido oportunidades en otras instituciones.

“Estos jóvenes están contratados, tienen que cumplir horario y hacerse responsables de su trabajo. Realmente, lo logran y la autoestima les ha crecido mucho”, señaló Chomalí Garib, al mencionar que algunos han bajado de peso o superado la depresión, y otros han entablado relaciones de noviazgo.

A los jóvenes se les asignan tareas según sus habilidades, profesionales les dan seguimiento y reciben capacitación en distintas materias.

El arzobispo resaltó que también lograron que el gobierno no les quitara la pensión que reciben por discapacidad y a tales fines acordaron pagarles el salario mínimo.

“Les invitaría a que se animen a hacer algo así”, exhortó Chomalí Garib.