El pasado 20 de septiembre el huracán María destruyó el hogar de sobre 100,000 mil familias puertorriqueñas y lanzó a muchas a buscar refugio en los albergues que dispone el Gobierno. Un vistazo a lo ocurrido hace dos meses -justo en la semana que se celebra el Día de Acción de Gracias- causa diversas emociones en los damnificados que, aunque se sienten frustrados y urgen ayuda para que los relocalicen pronto en un hogar, prefieren reflexionar con optimismo sobre el futuro.

Primera Hora hizo un recorrido por dos refugios ubicados en el área este y conversó con algunas de las víctimas del ciclón sobre las razones, si alguna, que tienen para dar gracias en Thanksgiving.

Tras escuchar la pregunta, sus rostros denotaron tristeza pues, se trata de un festejo que por tradición se lleva a cabo en familia. Este años, sus historias son distintas.

“Me hubiera gustado a estas alturas tener ya mi casita para celebrar con la familia, pero a pesar de la situación doy gracias al Señor porque estoy de pie”, dijo María Figueroa, quien se refugia junto a otras ocho personas -incluyendo su esposo Luis De Jesús, en el centro comunal del residencial El Cemí, en Luquillo.

“Pues yo el Día de Acción de Gracias sólo quiero pedirle a Dios que nos ayude a conseguir un lugar para que mi esposa pueda someterse a un tratamiento de cáncer de tiroide que le diagnosticaron hace poco. No es para mí. Pero que por lo menos la reubiquen a ella”, dijo por su parte  Luis revelando que su compañera de vida fue diagnosticada recientemente con la enfermedad y requiere que este próximo lunes 27 de noviembre inicie un tratamiento nuclear que requiere que esté completamente aislada.

Aún con sus vicisitudes, la pareja se mostró optimista de que encontrarán la solución a la más reciente de sus preocupaciones. “No podemos perder la fe. Puerto Rico todavía sigue de pie y mientras tengamos vida hay que buscar cómo levantarnos”, dijo el caballero.

En el mismo centro comunal, atendiendo a su niña de cinco años, estaba Lillian García, una joven de 24 años que llegó al refugio de Luquillo mediante un traslado de un albergue en Río Grande.

“Yo sé que le tengo que dar gracias al Señor por la vida, pero con lo que estoy viviendo aquí no creo que el ese día (Acción de Gracias) haga más nada. Prefiero irme sola, con mi familia, para la playa. Ya me siento incómoda. Después de estar en una escuela, nos trasladaron para acá y nos meten con personas que no conocemos en un mismo cuarto. Tengo una niña pequeña y me preocupa. Honestamente, lo que haría en Thanksgiving es pedirle al Departamento de Vivienda que me relocalice a un hogar seguro”, destacó la muchacha que actualmente está desempleada y genera ingresos a través de su esposo, quien labora en un hotel.

En Fajardo, en el refugio ubicado en la escuela Berta Zalduondo, donde actualmente hay hospedadas 43 personas, el ambiente era similar.

Llorosa en una esquina encontramos a Jacqueline Calderón, quien fue trasladada hace poco al lugar desde Ceiba. Estaba angustiada porque su esposo, Edwin Delgado, fue hospitalizado por una infección de celulitis.

“Aquí nos van a hacer una cena de Acción de Gracias, pero para nosotros es bien triste. No es lo mismo.  Uno no está en su ambiente. Este es un proceso difícil y solo puede decirlo el que lo experimenta. Estoy agradecida por el trato que nos dan, pero mi niño -que tiene una condición especial de ADHD- necesita un hogar”, menciona mientras abraza a su hijo Yadiel, a quien tuvieron que medicar con una dosis mayor a la acostumbrada pues “se ha exacerbado su ansiedad”.

“Pasan los días y yo lo único que me preguntó es, ¿qué va a pasar con la vida de Yadiel?”, agregó llorando.

En un tono más optimista se encontraba Stephanie Mercado, residente de la calle Unión en Fajardo, quien se refugia en el plantel junto a su esposo, cuatro hijos y su suegra.

“Yo sólo pido que mis hijos, mis hermanas y mi suegra estén bien. Y que Dios nos siga dando fortaleza en este proceso”, reflexionó.

Hasta el martes en la mañana el total de refugiados en Puerto Rico era de 1,472, en 46 albergues de los cuales 16 son escuelas activas. Los cinco pueblos con mayor número de refugiados son:  Canóvanas (174), Toa Baja (117), Ponce (106), Río Grande (77) y San Juan (61).