El  salubrista José Vargas Vidot, validó   el hallazgo de un estudio realizado por la Universidad de Nueva York, que arroja que una persona que viva en Puerto Rico y se inyecta drogas tiene el doble de probabilidad de contraer el VIH, que otra que viva en cualquier otro lugar de Estados Unidos. 

“Lo he denunciado tantas veces, que está probado científicamente,  la efectividad de los problemas de intercambio de jeringuilla en evitar el contagio  en las personas que son inyectores”, indicó el director de Iniciativa Comunitaria.

El médico hizo referencia al estudio que concluye que  en Puerto Rico hay un menor acceso a programas para prevenir el intercambio de jeringuillas o para tratamientos de desintoxicación que en otros lugares de EE.UU.

En una encuesta de 2011, sobre los programas de intercambio de jeringuillas en el noreste de EE.UU. y Puerto Rico, los investigadores encontraron que el presupuesto anual para este tipo de programas en el noreste de EE.UU. es una media de cinco veces mayor que en Puerto Rico, señaló la agencia EFE.

"Las diferencias en los presupuestos anuales tienen implicaciones muy importantes para reducir la transmisión del VIH y otros problemas de salud entre las personas que se inyectan drogas", se indicó.

Dramática la situación en Puerto Rico

Vargas Vidot reveló que por  cada dólar que uno invierte en un intercambio de jeringuilla aquí  en Puerto Rico, estaríamos ahorrando  alrededor de $12 mil  de gastos médicos.

“De manera que el intercambio  de jeringuillas es una expresión estratégica humanitaria,  que se detiene caprichosamente  en las determinaciones de gente  que por negarse a entenderlo,  juegan a ser dioses”, dijo.

“Nosotros en Puerto Rico tuvimos la oportunidad de ser el primer proyecto piloto,  con un  grupo control y se logró en ese primer intento disminuir en un 26 por ciento  los contagios entre los usuarios de riesgo. En ese tiempo  intercambiábamos un millón de jeringuillas anuales”, apuntó.

El costo promedio, agregó, de un programa de intercambio de jeringuillas en cualquier estado, es de $200 mil al año, porque a la hora de esa inversión se ahorran $9 mil en tratamiento.

“¿Qué  pasa? Que en vez de nosotros fortalecer los intercambios de jeringuilla, considerando la gran cantidad de personas usuarios de drogas inyectables, lo que han hecho las autoridades es disminuir”, denunció.

¿Desde cuándo?

Hace ya, algunos cuatro años,  la cantidad de dinero asignada ha llevado a que el programa de intercambio se convierta  en algo meramente simbólico.

¿Cuán dramático?

De un millón  de jeringuilllas que se intercambiaban en el pasado, cuando habían menos adictos, hoy,  intercambiamos de 150 mil a 200 mil jeringuillas frente a un aumento sustancial de usuarios.  Eso se debe a la disminución dramática de fondos asignados para esta estrategia. No es porque no haya clientela, es porque no hay dinero.

¿Quién asigna el dinero?

Este dinero lo da Salud. No solo disminuye el dinero, sino que la forma de distribuirlo  le consigna un porcentaje  desproporcionalmente bajo a la compra de jeringuillas.

Vargas Vidot dramatizó, además, que solo el 17 por ciento de los contagios en los EE.UU. de VIH son por jeringuilla sucia, mientras que en Puerto Rico es 51 por ciento.

Indicó que tiene que haber una estrategia triangulada, que incluye  una prevención primaria contra el uso de droga efectiva.

“Eso no lo hay, mientras el sistema educativo sea un desastre. De otro lado, tiene que haber un sistema detratamiento basado en prácticas científicas y apenas hay ocho por ciento de espacios de tratamiento para cada cien adictos que lo procuran. Tercero, tiene que haber una estrategia de prevención basada en reducción de daño y ahí es que cae el intercambio de jeringuillas”, explicó.

Cavamos nuestra propia tumba

La conclusión, según el salubrista,  es que si no hemos entendido la responsabilidad  que se describe, es nuestro deber ministerial como gobierno  y creemos que para sostener  el aparato fiscal,  hay que quitarle las herramientas  a la salud,  estaremos siempre  invirtiendo nuestra energía  en cavar nuestra propia tumba.

“Cuando hay situaciones de restricciones económicas  en los países  las personas empiezan a dilucidar sus inquietudes emocionales  a través de muchas alternativas, de las cuales,  el uso de drogas relacionadas a las emociones,  es una de ellas”, sentenció.

“No importa cuántos policías pongamos o cuan bien los equipemos, si la salud mental de un pueblo está en su nivel más precario, esto va a redundar en fenómenos sociales sin precedentes”, advirtió.